La misma semana que se ha sabido que 11 de los actuales 15 obispos ortodoxos de Bulgaria fueron informadores del régimen comunista, se está pre-estrenando en España la película “Popieluszko”, sobre el sacerdote y beato Jerzy Popieluszko, arrestado 2 veces en 1983 por la SB (policía secreta polaca), interrogado 13 veces en 1984… y después apalizado y arrojado todavía vivo a un río en un saco con piedras. Tenía entonces 37 años. Popieluszko fue beatificado como mártir en 2010 y 150.000 personas acudieron a la celebración, incluyendo su madre, muy anciana, que sin odio explicó que aún reza por la conversión de los asesinos de su hijo.

Muchos se han indignado con esos pastores búlgaros que colaboraban con un régimen que oprimía especialmente a los cristianos, aún no hace 25 años. Otros han querido recordar que las circunstancias eran muy complejas, que “informar” no es lo mismo que ser agente y que los servicios secretos comunistas tenían muchas formas de presionar para conseguir informadores.


“Si no nos ayuda usted, lo hará otro que quiera menos a la Iglesia; usted puede reducir los daños”, era un argumento común de los agentes al reclutar informadores. Lo más común era recurrir a algún chantaje, o amenazar a parientes o amigos. Empezaban pidiendo informaciones sin ningún valor, cosas que casi todo el mundo ya sabía. El sacerdote (o el sindicalista, el maestro, el estudiante) firmaba su primer informe, pensando que así salvaba a otros, o que ganaba tiempo, o que de hecho creía despistar a los agentes sobre temas más serios... pero para entonces ya estaba atrapado en la maraña. “Tenemos tu firma… ¿qué pensarán tus feligreses, compañeros y superiores si saben que eres un informador? Ya estás solo, sólo nos tienes a nosotros”, le decían entonces.

Todo el sistema comunista era una gran mentira, una gran puesta en escena, de delatores, espías y apariencias. Y lo fue en todos y cada uno de los países comunistas.

En Checoslovaquia el debate sobre los colaboracionistas se hizo en los años 90. En Polonia, en 2006 y 2007 (lo explica en detalle este artículo en español). En la Iglesia ortodoxa búlgara llega ahora.


No seamos duros al juzgar”, pide Rafal Wieczynski, el director de “Popieluzsko”, “pero que se confiese la verdad, que se sepa, y que la gente entienda qué pasó bajo el comunismo. El padre Jerzy Popieluzsko pedía una reconciliación basada tanto en el amor como en la verdad”.

En 1982, mientras en España celebrábamos el Mundial de Futbol con la mascota Naranjito por doquier, los servicios secretos comunistas pusieron una bomba en el coche del arzobispo Gulbinowicz de Cracovia. El obispo Kazimierz Kluz y el padre Kowalczyk morían en "accidentes" arreglados por el régimen. El padre Zaleski, de Solidaridad, recibió una paliza y torturas con una sustancia corrosiva.

El beato Popieluzsko fue ejecutado (martirizado, recuerda la Iglesia) en 1984. Incluso en los años finales del régimen, 1988 y 1989, 5 sacerdotes polacos fueron asesinados en extrañas circunstancias, probablemente por agentes comunistas.


Llegó el año 2000, el nuevo milenio, y Juan Pablo II proclamaba: “¡id mar adentro!” Rafal Wieczinski creyó que ya era momento de explicar lo que había sucedido, de romper el tabú, de hacer películas que contasen lo que pasó.

“Antes de nuestra película, en Polonia no se filmaba sobre la época comunista. Ahora hay una o dos películas cada año. El año pasado trataba de la masacre de obreros polacos en la revuelta del Báltico de 1970”, explica Wieczynski.

¿Y qué decir de España? Han pasado más de 70 años desde las persecuciones religiosas de los años 30.
“Bueno, en la película ‘There be dragons’ [Encontrarás dragones, sobre la juventud de San Josemaría Escrivá] ya se da un paso: por primera vez en el cine español se ve como matan a un sacerdote solo por ir vestido de sacerdote”, señala Wieczynski, que ha seguido el tema. “Pero, evidentemente, es sorprendente la cantidad de películas y literatura que narran esa época sólo desde un punto de vista. El laberinto del fauno’ me parece pura propaganda comunista, por ejemplo”.

¿Cómo abordar entonces una película así? “Para hacer una película sobre hechos históricos, sobre una época, aconsejo estudiar muy bien los hechos, que el director deje a un lado sus interpretaciones, que busque actores y guionistas que quieran explicar la verdad, y así los personajes de la historia se defenderán ellos mismos”, propone Wieczynski.


´Popieluszko´ consiguió 1,3 millones de espectadores en Polonia. El filme de Wieczynski logró romper un muro en su país, reflejando no solo la historia religiosa de un hombre que, como mártir, es “otro Cristo” (con su juicio amañado, sus testigos falsos, su conciencia de que se acerca el momento, sus últimas celebraciones con sus amigos…), sino que recoge el ritmo de esa sociedad en los años 80. Con más de 7.000 extras, rodada en 14 ciudades distintas, uniendo historia, espiritualidad y una gran humanidad, hace que el espectador español se pregunte: ¿podrá el cine español romper sus tabús algún día?

Vea el especial: “Popieluszko, la libertad está con nosotros