En declaraciones a Europa Press, el cardenal Barragán consideró que, en realidad, «toda ley del aborto es una anti-ley» ya que «cualquier aborto es un asesinato infame» y, por lo tanto, cualquier norma que lo legalice se convierte en un «atentado contra la vida humana». A su juicio, «la moralidad está más allá del consenso social, se basa en valores objetivos, tal y como es el del derecho a la vida, que no es un valor negociable y, por lo tanto, no puede ser sometido a votación».

En este sentido, prosiguió afirmando que la ley que «prohíbe matar a un inocente está dentro del pensar universal de todos los pueblos y es algo que no se somete a los dictados caprichosos de un determinado Gobierno». Por ello, consideró que «el Parlamento no puede convertirse en una especie de varita mágica con la que se pueden cambiar los valores fundamentales», así como «no se podría decidir por votación que a partir de ahora las 12 del mediodía serán las 12 de la noche».

A este respecto, el Vaticano ha preferido no pronunciarse de modo oficial sobre la nueva ley española, ya que «eso es algo de lo que se suele ocupar la jerarquía local», explicó al mismo medio el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi.

Aun con todo, tanto las declaraciones del cardenal Barragán, que habló a título personal, como las de otros miembros de la Curia reflejan la preocupación que la ley despierta en el seno de la Iglesia católica, tal y como señaló el canciller de la Academia Pontificia para la Vida, el sacerdote español Ignacio Carrasco, quien destacó que «cualquier ley del aborto en sí es éticamente inaceptable al consistir en la eliminación de un ser humano», por lo que «se entiende que una ampliación de dicha ley empeora todavía más las cosas».

Y agregó que «aunque se diga que el aborto es un mal menor, no deja de ser un mal y, en este caso, además, un mal que sería evitable y que podría solucionarse de otras maneras, tal y como demuestra la protagonista de la película Juno, por ejemplo», en la que una adolescente, tras quedarse embarazada, decide tener el niño y darlo en adopción.

Además de sustituir el aborto con «medidas alternativas de ayuda y apoyo» a las mujeres que se quedan embarazadas sin quererlo, Carrasco consideró necesario «favorecer a través de la educación una cultura de la vida, según la cual, la sociedad conciba al embrión y al feto como una vida que merece ser vivida», concluyó.