Desde que el pasado día 9 de enero José Ignacio Munilla tomara posesión del gobierno de la diócesis de San Sebastián, en sustitución de Juan María Uriarte, la actividad ha sido frenética. La gran expectación creada en torno a su llegada a la diócesis guipuzcoana, ha dado para manifiestos en contra, movilizaciones en las redes sociales a favor, una calurosísima acogida en la catedral del Buen Pastor, ceses (preceptivos, aunque se hayan «vestido» intencionadamente de «plante») y una apretadísima agenda de entrevistas en multitud de medios, que han dado pie a interpretaciones maliciosas, tras la que incluso, el obispo se vió en la necesidad de salir al paso denunciando la manipulación.

Al tiempo, monseñor Munilla ha empezado a tomar el pulso a los retos de gobierno de la diócesis, entre los que se encuentra la toma de decisiones sobre los vicarios generales y la secretaría general (que previsiblemente quedará en manos de un laico), así como el resto de vicariatos (económico, religioso, judicial).

Así las cosas, el prelado ha presidido la convivencia de los arciprestes de la diócesis, reunión en la que se pudieron poner las bases del trabajo pastoral de la diócesis y que, según fuentes cercanas al obispo, transcurrió con toda normalidad en el ambiente de comunión al que ha apelado el obispo desde su nombramiento.

Se puede decir que se trata de la primera reunión con carácter ejectutivo en la diócesis desde la llegada de monseñor Munilla, pues los arciprestes son piezas clave del engranaje diocesano, ya que se encargan de coordinar el Consejo de Responsables o el Consejo de Pastoral del territorio que agrupa a varias parroquias, atender las necesidades de los sacerdotes, reforzar la comunión entre ellos e impulsar la formación continua de los presbíteros, así como el trabajo en común con los laicos y religiosos.