«Creo que Elvis estaría cantando música gospel. Y quizá estaría predicando un poco. Le fascinaba enseñar y quería mucho la Biblia», reconoció su mujer, Priscila.

Elvis Aaron Presley creció con la música gospel –«palabra de Dios», en inglés–, los espirituales de la música afroamericana. Él mismo explicaba: «Esa música se hizo tal parte de mi vida que era tan natural como el baile, una forma de escapar de los problemas y un medio de liberación». Así lo relata la monumental biografía del  cantante en dos tomos que ha elaborado Peter Guralnick  y que ocupa más de un millar de páginas.


Según recoge la web Protestante Digital, Presley se crió en el ambiente evangélico o «pentecostal» del sur de los Estados Unidos: «Su madre le había acostumbrado a ir a la iglesia, no sólo a la escuela dominical, sino a todo tipo de campañas y reuniones especiales de avivamiento. Su familia asistía a la Primera Asamblea de Dios en Tupelo, Mississippi, y luego en Memphis, cuando se mudaron allí en 1948. James Hammill era predicador de su congregación en Memphis. Recuerda a los Presley en la iglesia, pero dice que Elvis nunca tuvo especial participación en los cultos. De hecho, no llegó a ser siquiera miembro oficialmente , aunque asistiera como adolescente a las reuniones. Pero su vida no dio señales suficientes de cambio como para poder ser bautizado y formar parte de la comunidad», relata. 

El éxito y el dinero fácil llevaron a la ruina al «rey del rock», que vivió al límite entre anfetaminas, mujeres y fans. Marcado por la muerte de su madre, su vida fue de mal en peor. Hubo momentos de grandeza, como en 1966, cuando grabó «How great thou are», un álbum con varios himnos gospel, que le otorgó su primer Grammy.  Pero poco a poco, su ritmo de vida lo llevó a la autodestrucción: «Elvis presentaba ya una patética imagen de obesidad, extravagancia y adicción. Cuando aparece muerto en su cuarto de baño, el libro que tenía en sus manos, se llamaba “La búsqueda científica” de la cara de Jesucristo, un título esotérico que mezcla la superstición y el espiritismo», relata la biografía de Guralnik.

 Su hermanastro, David Stanley, le recuerda sin embargo leyendo la Biblia a menudo. Solía citar las palabras  la segunda carta de san Pablo a los Corintios sobre la necesidad de vivir para Cristo. Él le vio la mañana del día de su muerte: «Estaba de rodillas en el baño. Su lengua morada le colgaba de la boca y tenía los ojos llenos de sangre. Oraba: “Muéstrame una salida, Señor, estoy cansado y confuso, ¡te necesito!”», rogó.