"El alcalde de Nueva York, Bloomberg, no se podía creer que casi todos nuestros estudiantes se graduaran y muchos con buenas notas. Se entusiasmó y se volcó en ayudarnos. Otros estados nos piden nuestras escuelas, como Nueva Jersey. Tenemos ya 6 escuelas en todo el país con más de 3.000 estudiantes", explica en una entrevista en La Vanguardia David Banks, fundador de la Eagle Academy (www.eafny.com). 

Son unas escuelas diferenciadas, unas para chicos, otras para chicas, pensadas especialmente para ayudar a muchachos que estaban en pandillas o en las calles. Se financian con dinero público porque funcionan, porque sus alumnos aprenden, se gradúan, se integran en la sociedad. 

Hasta una feminista e izquierdista radical como Hillary Clinton las ha apoyado. Separar chicos y chicas, un tabú, un dogma intocable y no racional de la izquierda en España, no es tema inabordable para la izquierda de Estados Unidos.


"Cuando sólo hay chicos, no tienen que competir por la atención de las chicas ni por mantener esa armadura ante ellas. Se lo explicamos a Hillary Clinton cuando era senadora por Nueva York y, cuando vio los resultados, nos apoyó y nos pidió que hiciéramos más y más escuelas así en todo el país", explica Banks.

"Las autoridades nos dejaron abrir una en cada distrito donde ya hubiera otra de todo chicas. La diferencia en nuestro caso es que las nuestras son públicas y la mayoría de las demás escuelas de chicos o de chicas son privadas. En la nuestra los padres no pagan nada", añade. 


Este tipo de escuelas que Clinton ha apoyado rompe varios dogmas: primero, que con los chavales de las pandillas y las calles no se pueda hacer nada; segundo, que sea problemático o negativo crear escuelas para un solo sexo; tercero, que las chicas "no distraen" a los adolescentes. Porque sí distraen. Las chicas dificultan que los chicos puedan trabajar sobre sus sentimientos... al menos estos chicos.

"Cuando sólo hay chicos, no tienen que competir por la atención de las chicas ni por mantener esa armadura ante ellas", explica Banks, que dice que así se lo contó a Hillary Clinton para que ella lo entendiera.  


Esa armadura es parte del problema del joven pandillero o callejero. "Francis, por ejemplo, había sido detenido cinco veces antes de los 14 años. Era hijo de madre soltera y llevaba el peso de ser el hombre de la casa. Por eso llevaba puesta una armadura de mutismo y dureza para sobrevivir en la calle. Los hombres no hablan, actúan... Imitan a la calle, donde hay que llevar esa armadura para que no te machaquen. Por eso nos cuesta después descubrirles que la verdadera fortaleza consiste en mostrar tus sentimientos. Es lo que devuelve la autoestima".

Recuperar esa autoestima da la fuerza al joven. Y perderla, le hace convertirse en carne de cañón para ser usado por bandas. 

"Es lo primero que intentamos devolver a quienes la han perdido. No hay recuperación posible sin ella. Por eso también es lo primero que tratan de quitarle las bandas juveniles para reclutarle. Cualquier organización que necesita de tu obediencia empieza por minar tu autoconfianza. Para que les obedezcas, deben deconstruirte como individuo, y lo logran con humillaciones para que después vuelvas a renacer como soldado de su banda. Nosotros empezamos por escucharle con respeto y reconocimiento a la persona que es. Y nos damos cuenta de que a menudo llevan años, a veces toda su vida, sin que nadie les escuchara. Y entonces empiezan a quitarse poco a poco su armadura".


  David Banks entrevistado en La Vanguardia 


También explica Banks que los chavales no aprenden tanto de contenidos impartidos como de intentar imitar a quienes valoran. Pero... ¿un chico negro, fuerte, de las calles, puede querer imitar a una profesora blanca, delgadita, educada, del colegio? 

"Nuestro problema con los estudiantes es que muchos son afroamericanos. La inmensa mayoría de los profesores americanos son mujeres y blancas. Les es más difícil identificarse con ellas. Por eso yo soy tan importante para ellos y les pongo sobre los pasos de gigantes: Nelson Mandela, Muhammad Ali, el escritor Langston Hughes... Les hemos dedicado aulas y los chavales les han puesto su nombre a sus equipos deportivos. A los chicos les gusta competir, pero no tanto uno contra otro como un equipo contra otro. Eso nos ayuda a recuperar el prestigio de la educación y de la escuela y de estudiar", explica Banks. 

La entrevista completa en La Vanguardia puede leerse aquí