Edward Pentin, corresponsal en Roma del National Catholic Register, ha entrevistado en profundidad al cardenal australiano George Pell acerca de su experiencia en la cárcel y sus reflexiones actuales sobre la Iglesia tras esa experiencia. Muchas de sus experiencias las comenta Pell en su libro Prison Journal [Diario de la cárcel], que publica en inglés Ignatius Press. El primer tomo del libro cubre de febrero a julio de 2019, desde que fue arrestado acusado de abusos sexuales, hasta julio de ese año, poco antes de confirmarse su condena.

Han sido 3 años de juicios y prisión. En 2017 Pell dejó su cargo en el Vaticano para ir a Roma a enfrentarse a las acusaciones de abuso; tras un juicio nulo en 2018, un segundo juicio lo condenó por unanimidad, sentenciándolo a seis años de cárcel. Tras 404 días de cárcel, el Tribunal Supremo de Australia lo absolvió por unanimidad al no considerar probados los hechos, que se basaban sólo en un testigo-acusador que se remitía a 1996.

En prisión Pell fue tomando notas a mano, escribiendo y reflexionando. Espera que su libro "ayude a la gente a comprender el cristianismo un poco mejor, que ayude a los cristianos que puedan estar en una situación muy difícil".

También espera que el libro ayude a que en Australia no sea tan fácil encerrar a "personas que pertenecen a un grupo muy impopular, con un punto de vista políticamente incorrecto, y al que las opiniones hostiles intentan eliminar".

Escribir en prisión y leer cartas de todo el mundo

"Fue sorprendentemente fácil para mí escribir cuando estaba en la cárcel", comenta al periodista. "Durante trece años escribí una columna semanal en el Daily Telegraph, el periódico más importante de Australia, y es un género ligeramente similar. Para mí es fácil escribir".

Pell explica a Pentin que recibió unas 4.000 cartas de católicos de todo el mundo y que "una gran mayoría" sentía que "la presión aumentaba" contra los cristianos. "Nadie quiere ser perseguido de ninguna manera, pero la oposición no necesariamente es mala para la Iglesia. De hecho, ha habido personas que me han escrito para decirme que han vuelto a la práctica religiosa al ver cómo he sido tratado".

Dicho esto, Pell no es un entusiasta de las persecuciones. "Siento una gran simpatía por la persona común que está en medio del camino, que no es una persona totalmente religiosa, y preferiría que las corrientes sociológicas la lleven a Dios en lugar de alejarla de Él, y hacia la comunidad genuina, que estaría así al alcance de todos, en lugar de convertirla en una persona egoísta y hostil", comenta.

Sí, la fe católica ayuda en la adversidad

En prisión, odiado y señalado por multitudes que le consideraban un depravado abusador, comprobó que "el bagaje cristiano ayuda. Creo que la enseñanza de Jesús sobre muchas cosas es absolutamente cierta, que la clave de la vida se encuentra en las palabras de Cristo". Intentó vivir como cristiano esa etapa dura. "Mi fe cristiana y católica me ayudó a seguir adelante", afirma.

También aprendió sobre el sufrimiento. Comprobó desde su zona de aislamiento que algunos compañeros de cárcel "eran personas terriblemente, terriblemente heridas, personas muy enfadadas y tremendamente infelices". "Incluso si te relacionabas con ellos, en términos de estar allí con ellos, habría sido muy difícil ayudarles de manera efectiva. Era un trabajo difícil; y los guardias de esa sección en particular estaban bien dirigidos y todo ellos hacían un muy buen trabajo".

"A veces alguno me defendía. Un prisionero con una condena muy larga dijo que era la primera vez que oía que algunos prisioneros defendían a un sacerdote que estaba en la cárcel por pedofilia", detalla. "Creo que incluso ellos son conscientes de la diferencia entre el bien y el mal".

Encontró consuelo en Cristo, el juicio justo que hace Dios y las palabras de la santa mística inglesa Juliana de Norwich, "la creencia de que, en última instancia, todo irá bien, que las cosas se equilibrarán. Es un gran consuelo".

"Para un cristiano es un gran consuelo creer en el perdón de Dios, pero también creer que el juicio realmente importante es el que tiene que venir. Tu reputación, tu honor y el daño a la Iglesia… yo era muy consciente de esas dimensiones, y esta es una de las razones por las que me alegró ser absuelto", añade.

El juicio justo de Dios, que Él saque a la luz toda la verdad en la Otra Vida, considera que "es un gran argumento a favor del teísmo, porque, en última instancia, hay mucha gente en esta vida que no recibe justicia, si bien todos son bendecidos de alguna manera. Muchos son bendecidos de maneras que tal vez no consiga ver. Pero, de igual modo, hay mucha gente que sufre. Piense en todos los esclavos, toda la gente que es maltratada, la esclavitud moderna y, claro está, la del pasado. Dios equilibrará todo esto en la próxima vida".

Misa por TV a las 6 de la mañana, y predicaciones de Hillsong y Joel Osteen

Explica que no sólo no podía celebrar misa sino que no podía ni ir a misa. "Sabía que Dios seguía conmigo. Sabía que podía llegar a Él por medio de la oración. Tuve mañanas de domingo extraordinarias desde el punto de vista religioso. No tenía despertador, bueno, no pude tener uno que funcionara durante un tiempo. La misa, en mi país [en la televisión australiana], se transmite a las 6 de la mañana, es muy triste. No sé por qué no podemos tener una misa para los ancianos y los que están encerrados a una hora decente el domingo, pero este es otro tema. En resumen, en mi celda me levantaba para ver la misa. Durante seis meses estuve viendo también un servicio protestante de Australia llamado Hillsong, que es solo un sermón. Después estuve viendo también a dos evangélicos muy capaces de Estados Unidos: Joseph Prince, de California, y Joel Osteen, de Texas".

Estos programas religiosos en la TV le ayudaron, dice, "si bien yo solía hacerles con regularidad alguna crítica teológica". También le gustó el programa de música cristiana de la BBC, 'Songs of Praise', "con el que disfrutaba mucho, disfrutaba mucho". "He dicho que mi tiempo en soledad fue como un retiro mundano de de doce meses porque tenía televisión, algo que no habría tenido en un retiro".

Songs of Praise, con himnos cristianos, de la BBC, ayudó al cardenal en prisión

¿La condena? Un misterio, mucha presión, un chivo expiatorio...

Sobre el juicio afirma que "legalmente, fue un misterio que me condenaran. Un misterio aún mayor fue cuando perdí la apelación ante el Tribunal Supremo. Creo que el fiscal era un buen hombre y creo que no se marcó ningún farol en el tribunal de apelación de Victoria, así que el único argumento que tenía es que el testigo era creíble. Estaba bajo una enorme presión. Los grupos de víctimas le acosaban cuando salía del tribunal porque creían que no había hecho bien su trabajo. Un opositor mío muy activo dijo que el caso de la fiscalía era un «maldito accidente ferroviario». Algunos de mis defensores estaban en el tribunal, rezando a la Virgen María, la que Desata Nudos. Mientras el pobre y anciano fiscal luchaba con confianza con su débil caso, alguien dijo: «Está funcionando, se está deshaciendo». No creo que pudiera haber hecho mucho más, estaba limitado por las pruebas".

"Creo firmemente en los procesos justos. Creo en la justicia, y la justicia, ante todo, para los demandantes. Creo que es bastante razonable que tengan que demostrar, más allá de una duda razonable, que los crímenes contra ellos se cometieron", añade.

Al acusador que dice que en 1996 Pell fue quien le asaltó sexualmente, el cardenal le dice: "Creo que deberíamos recurrir a la verdad. Si algo terrible le sucedió, se lo hizo otra persona, ciertamente no fui yo".

Explica que le perdona y que "no siento la tentación de ser tan hostil con él como con otros. Sé que esto no es del todo racional, pero sabe, no tuvo una vida fácil. Y a los que no creen que yo sea inocente, quiero decirles que miren las pruebas. Ni siquiera un testigo fiable puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Los tribunales determinaron, y las pruebas así lo exigían, que el supuesto abuso tuvo que suceder cinco o seis minutos después de misa, entre los primeros cinco y seis minutos después de misa. Durante la mayor parte del tiempo, el demandante, según su propia explicación, seguía en la procesión. No puedes estar en la procesión y sufrir abusos sexuales al mismo tiempo".

El cardenal implantó medidas anti-abusos ya en 1996

El cardenal se siente muy satisfecho del protocolo Melbourne Response y el documento Towards Healing que implantó en 1996 contra los abusos sexuales, y señala que desde esas fechas se redujeron muchísimo, mientras que la inmensa mayoría de casos que se han conocido y combatido en Australia "ocurrieron en los 80, a principios de los 90 o en los 70".

"Creo que fuerzas equivocadas y un celo muy ciego se encargaron, con el fin de atacar a la Iglesia católica -un poco como una turba enardecida-, de buscar un chivo expiatorio. Me han dicho que muchas personas lo han dicho públicamente, incluyendo uno de mis críticos más conocidos (también se ha pronunciado varias veces sobre si soy culpable o no); pero una de las cosas que dijo a un grupo -un amigo mío estaba justo a su lado- fue: «Vale, bien, tal vez no sea culpable, pero la Iglesia se merece recibir una paliza. Los líderes de la Iglesia se merecen ser castigados por ello». Supongo que yo era el clásico chivo expiatorio", lamenta.

Añade que se sintió "muy animado al recibir mensajes de apoyo del papa Francisco y del papa Benedicto. Creo que ambos demostraron gran respeto por el debido proceso, los debidos procesos legales en Australia, aunque dejaron claro que me apoyaban. El cardenal [Pietro] Parolin también. También recibí mensajes de amigos de los que no había tenido noticias en 20, 30 y 40 años, y eso fue también de gran ayuda".

Sobre si las acusaciones contra él buscaban impedir su trabajo contra las "malversaciones financieras" en el Vaticano, considera que "ciertamente hay más pruebas que sugieren que puedan ser más verdad ahora", si bien "no hay pruebas concluyentes. Solo hay pruebas. Según la prensa, uno de los monseñores acusados alegó que el dinero había salido del Vaticano para arruinarme, pero eso es de dominio público. Tal vez esté equivocado, o el informe sea erróneo, pero es de dominio público".

¿Como Tomás Moro o como San Juan Fisher?

Pell cuenta también que una primera fase se sintió con San Juan Fisher, el único obispo inglés fiel a Roma cuando Enrique VIII se separó de la Iglesia universal, al cual hizo decapitar. Fisher había llegado a escribir en secreto a Carlos V pidiéndole "que cumpliera con su deber", es decir, que arreglara militarmente el cisma inglés.

Pero al avanzar su proceso legal, Pell se sintió más cerca de Santo Tomás Moro. "Moro me consoló porque utilizó cualquier estrategia legal que conocía para mantenerse alejado de los problemas, y creo que yo tenía derecho a hacer lo mismo. Sentí, en nombre de la Iglesia y en el mío propio, que tenía la obligación de hacerlo". A nivel espiritual, le ayudó también una oración del sacerdote italiano Dolindo Ruotolo que enseñaba a ser dócil y dejar las cosas en manos de Dios.

Pell comenta también la necesidad de tener protocolos claros cuando un Papa renuncia (algo que ha sucedido sólo con Benedicto XVI en tiempos modernos). Lo ha comnetado con "una serie de personas, no demasiadas porque no suman los dedos de mis dos manos; y una cosa que me ha sorprendido es que, a lo largo del espectro teológico, hay un apoyo abrumador".

Pell quiere insistir en que "la unidad de la Iglesia sigue siendo un logro magnífico" y que no hay que darla por descontado, dadas "las divisiones doctrinales que están surgiendo y ya han surgido". Pone un ejemplo de lo difícil que es lograr una unidad funcional entre iglesias de distintos países: "los ortodoxos ni siquiera consiguieron reunir a todas sus jerarquías nacionales para un breve intento de concilio", señala, refiriéndose al fracaso en 2016 de un intento de concilio panortodoxo, el primero de su historia.

(Aquí el texto completo de Edward Pentin en el National Catholic Register, traducido al español por Verbum Caro para InfoVaticana).