«Me pregunto: ¿qué es lo que infunde energía? ¿Qué es lo que ha dado tanta energía a nuestros padres? ¿Qué es lo que ha dado a Martin Luther King la energía para luchar hasta la muerte? La visión, los sueños. Casi todo el mundo recuerda las palabras de Martin King: ´Tengo un sueño´. Cuando existen los sueños, potentes y que te comprometen, tenemos siempre reservas de energía».

Son palabras importantes las del cardenal filipino Luis Antonio Tagle. «La persona que cultiva un ideal tiene algo por lo que morir, por lo que ofrecer la propia vida. Si se tiene algo por lo que morir, se tiene algo por lo que vivir».


A primeros de marzo, cuando Benedicto XVI ya no será el Papa y comenzará el periodo de «sede vacante» hasta el Cónclave, saldrá el primer libro en Italia del arzobispo de Manila, «Gente di Pasqua. La comunità cristiana, profezia di speranza» (Gente de Pascua. La comunidad cristiana, profecía de esperanza, editorial Emi).

Personalidad emergente de la Iglesia oriental, nombrado cardenal a los 55 años en el último consistorio de noviembre, es considerado uno de los «papables», hipótesis sugestiva porque, en cierto modo, sería en Oriente y en China lo mismo que Wojtyla para Europa del Este.

Ha querido que su libro fuera firmado con el nombre completo: Luis Antonio Gokim Tagle. Y el detalle es importante: Gokim es el hombre de su madre china, él mismo ha contado como «en Filipinas muchos se sorprenden de que sea filipino: creen que soy chino por los rasgos de mi cara».


Benedicto XVI ha hablado del «vigor» que necesitará su sucesor para afrontar las «rápidas transformaciones» de nuestro tiempo. Más allá del resultado del Cónclave, la obra del cardenal filipino es un texto que muestra el nivel de los temas que los purpurados discutirán durante las «congregaciones generales» que preceden a las votaciones en la Sixtina.

El cardenal habla de la «globalización de élite». «Al igual que las personas y las ideas, también los capitales se desplazan velozmente en todo el mundo porque también nuestras economías están globalizadas. Pero, naturalmente, el traslado de capitales le sucede solamente a aquellos que ya son económicamente fuertes... Esto se puede verificar sólamente en las grandes empresas y las personas más ricas», escribe en la introducción. «El poder del dinero es lo que establece quien puede superar cada obstáculo. Para los pobres sin poder, los muros que les separan de los ricos son tan altos y grandes como antes».

Y después está el aspecto cultural, «parece que existe una cultura neoliberal que se exporta y se propone como el elemento de unificación: la cultura que unificará a la humanidad, creará la comunión...». Pero es un engaño, se trata de una cultura de inspiración totalmente neopagana, influenciada por los valores postmodernos, decididamente mundanos, individualistas, competitivos y materialistas». Se echa en falta el «sueño». Y entonces, ¿qué se puede hacer para volver a dar «energía» a los jóvenes especialmente, salvarlos del «aburrimiento» contemporáneo hacia una sociedad menos resignada y más justa?


En el Sínodo de Otoño, Tagle se hizo notar por su sonriente réplica a los obispos occidentales que se quejaban por la creciente secularización, la crisis de la fe y cosas del estilo: «Recordad que si una persona enferma continua lamentándose de su enfermedad y recordándole a los demás que se encuentra mal, acaba sintiéndose aún peor. Lo mismo sirve para la Iglesia».

Ahora escribe que hoy, en general, «somos cada vez más intolerantes los unos con los otros, y generalmente son los ´otros´ quienes representan el chivo expiatorio de los males que encontramos en la sociedad». El sentido de la comunidad, el estar atento al otro, la necesidad de dar testimonio sin miedo», la «diversidad» y el ejemplo de la «Iglesia primitiva». En el mundo de la «globalización de élite», a veces «decir ´Dios´ no es fácil, puede ser muy arriesgado», considera.

Pero Jesús ha apoyado al incrédulo Tomás, así que «también nosotros tendremos apoyo». Es la vertiginosa conclusión del libro: «Escuchad a la gente decir ´Dios´. Aprended del pueblo, de los olvidados, de vuestros vecinos. Recordad que nuestro modo de decir ´Dios´ no es el único. Aprended de ellos. Aprended de las víctimas de la violencia y del dolor sinsentido. Aprended como dicen ´Dios´ en la esperanza. Aprended de auqellos que son empujados al límite de la paradoja de decir ´Dios´, aquellos que a veces no lo dicen pero jamás lo olvidan. Aprended de ellos. Nosotros debemos continuar diciendo ´Dios´ con toda las alegrías, los dolores y los riesgos que ello comporta. Continuad diciendo ´Dios´ con toda la alabanza y el lamento que inspira. Continuad diciendo ´Dios´ con el silencio que el misterio crea y evoca. Continuad diciendo ´Dios´».