Este martes 5 de febrero se llevó a cabo en Roma la sesión de apertura de la investigación diocesana de la causa de beatificación de Pedro Arrupe, quien fuera general de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983.

La ceremonia fue presidida por el cardenal Vicario de Roma, Angelo De Donatis. Además, participaron el delegado episcopal, Monseñor Slawomir Oder; el promotor de justicia, Monseñor Giuseppe D'Alonzo; el notario actuario, Dr. Marcello Terramani; y el notario asistente, Sr. Francesco Allegrini; así como el postulador de la causa el padre jesuita Pascual Cebollada.

"Un verdadero hombre de Iglesia"

Según recoge Vatican News, en su discurso con ocasión del proceso de apertura, el cardenal De Donatis resaltó algunas características de los valores eclesiales y la fama de santidad que marcaron la vida y obra del padre Arrupe, a quien definió como "un verdadero hombre de Iglesia, una Iglesia que en 1965, había concluido el Concilio Ecuménico Vaticano II y trataba de ponerlo en práctica".

“En este período, a menudo turbado, demostró en todo momento su profunda pertenencia a la Iglesia y su deseo ferviente, humilde y firme de obedecer a la Santa Sede y al Santo Padre (Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II). Intentó integrar los mejores valores de la tradición con los necesarios para adaptar el cristianismo a los nuevos tiempos, y siempre quiso dirigir la Compañía de Jesús con entusiasmo según las directrices del Vaticano II. Por eso, el P. Kolvenbach hablaba de él como de un ‘profeta de la renovación del Concilio’”, añadió De Donatis.

Por otra parte, el purpurado señaló que esta renovación “ha tocado profundamente la vida de los jesuitas, y ha tenido consecuencias en los Institutos de Vida Religiosa y Consagrada, especialmente en la comprensión actualizada de la consagración y los votos, la vida comunitaria, la misión y la vida espiritual; ya que el sacerdote jesuita acompañó a muchos de ellos en su ministerio y propuso cursos de ejercicios y conferencias sobre la vocación sacerdotal: ‘Animó a los laicos a asumir sus responsabilidades tanto en las escuelas de la Sociedad como en asociaciones internacionales como las Comunidades de Vida Cristiana o el Apostolado de la Oración; hoy Red Mundial de la Oración del Papa’".

La fama de santidad

Otra rasgo característico de la personalidad del sacerdote jesuita que destacó el cardenal Vicario fue el de su espíritu misionero: "La fama de santidad, que el Siervo de Dios ya gozaba en la vida, se ha extendido y se sigue extendiendo cada día más después de su muerte. Arrupe tiene una multitud de devotos no sólo en Roma, donde murió, sino también en otros países, donde su ejemplo ha permanecido presente y la Compañía de Jesús está muy extendida".

"Muchos jesuitas -desde el noviciado- y no jesuitas se alimentan espiritualmente de sus escritos. Una veintena de cartas postulatorias, solicitadas y recibidas de todo el mundo, dan fe de esta reputación. Su figura sigue siendo admirada y venerada, y muchos confían en su intercesión. Un ejemplo de su memoria, legado y continuación de su reputación de santidad, es el número - varios cientos - de comunidades, casas, obras apostólicas y programas en todo el mundo que llevan su nombre. Dan testimonio del reconocimiento de las notables virtudes de este extraordinario cristiano", concluyó De Donatis.