Las gradas y el césped del Estadio de San Lázaro, en Santiago de Compostela, acogieron ayer a los 12.000 jóvenes asistentes a la eucaristía con que se cerró la Peregrinación y Encuentro de Jóvenes 2010 (PEJ), bajo el lema «Como el Apóstol Santiago, Amigos del Señor». Era el cuarto día de celebraciones y la despedida de los miles de jóvenes de toda España y Portugal tras cuatro jornadas, desde la recepción del jueves en la Plaza del Obradoiro, de catequesis, oraciones, conferencias, conciertos y sesiones teatrales.

En un escenario situado en el Fondo Sur del estadio y flanqueado por una orquesta que intervino durante toda la celebración, al igual que el público, el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Stanislaw Rylko, celebró la misa de clausura junto a medio centenar de cardenales, arzobispos y obispos de las diferentes diócesis españolas, más varios representantes de Portugal. Entre ellos se encontraban el cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela; el cardenal de Barcelona, Luis Martínez Sistach; el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla; y el Arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, que cerró con su intervención el acto de clausura de la PEJ 2010 en calidad de anfitrión.


En un perfecto castellano, el cardenal Stanislaw Rylko se dirigió a los miles de jóvenes en una intervención en la que destacó el valor del Camino de Santiago como motor primigenio de la fe en Europa. «Nuestro tiempo es un tiempo particularmente confuso y tenebroso a pesar de los avances de la ciencia y la técnica, que pretenden dar respuesta a toda pregunta que se plantea el hombre», advertía el cardenal antes de denunciar el actual «nihilismo práctico que cambia el sentido y el valor de las vidas». «Pero hay una persona capaz de iluminar. Su nombre es Jesucristo», apostillaba.

También subrayó el «valor extraordinariamente significativo» de la ciudad que albergó la PEJ para el
cristianismo, especialmente en el viejo continente. «Santiago de Compostela nos recuerda que nuestras raíces más profundas son aquellas sembradas por la fe cristiana. Nosotros, los europeos, debemos sentirnos orgullosos de nuestra identidad», recomendó a los congregados.

Rylko rememoró durante su sermón el mensaje enviado a la juventud por el fallecido Santo Padre Juan Pablo II, quien en la cuarta Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en la capital gallega en el año 1989, lanzó a Europa «un grito lleno de amor». «Vuelve a encontrarte, sé tú misma, descubre tus orígenes, revive tus raíces», recordó.

Respecto a la sociedad actual, Rylko lamentó que «la cultura posmoderna que domina la escena rechaza la fe, la confina al ámbito privado. No hay espacio para Dios en la vida pública. Dios es excluido». Por ello, defendió que los problemas no tienen solución fuera de un enfoque que no deje de lado su figura. «Todo cambia si Dios está, o si Dios no está. Hay tantos problemas que deben ser resueltos, afirma el Papa (en este caso, citando al Santo Padre Benedicto XVI), que no se resolverán si Dios no vuelve a nuestra vida».

Combatió asimismo el Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos la imagen del cristianismo «como un cúmulo de prohibiciones que mortifican la libertad del hombre». «Nada más falso: el Evangelio es ejemplo de vida positiva, está abierto a horizontes fascinantes. Queridos jóvenes, no tengáis miedo al Evangelio», solicitó. Por último, realizó una petición a los miles de chicos en sus últimas palabras de la mañana: «Mostrad con vuestra vida, a vuestros amigos creyentes, y también a los no creyentes, que merece la pena ser cristiano. La Iglesia y el mundo os necesitan».


El Arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio, aprovechó su intervención al cierre de la clausura para invitar a todos los presentes a Santiago con motivo de la visita, en el mes de noviembre, del Papa Benedicto XVI a la ciudad gallega, con motivo del Año Santo: «Os toca levantaros, recoger las tiendas, volver a casa. Transformad vuestros ambientes con la fuerza del Evangelio, ser testigos de lo que aquí habéis vivido. Os esperamos a todos. La Iglesia os ama intensamente», pronunció antes de lanzar, al igual que hiciera en el día de la recepción, un ánimo al peregrino. «¡Ultreia et Suseia, hacia adelante, mirando arriba!».