Un grupo de niños de 12 a 14 años se reúne en la capilla del Centro Al Mokhales, en el barrio de Bab El-Sebaa de Homs. “La Semana Santa es la fiesta más importante para los cristianos. En ella celebramos la pasión, muerte y resurrección de Jesús”, les enseña la hermana Samia Syiej, religiosa de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Los catequistas acompañan a los niños a través de varios talleres de oración.

Sanna Mussa, una joven, les explica la Última Cena: “Hemos leído el Evangelio, hemos recordado las palabras de Jesús hacia sus discípulos y hacemos una pequeña recreación de cómo fue esa última comida de Cristo con sus amigos”. Los niños mantienen el silencio mientras van con velas encendidas de nuevo hasta la capilla. Allí cantan juntos y recitan el Padre Nuestro. Mientras van pasando de uno en uno a confesarse con los sacerdotes que se han colocado al final del templo.

“Estamos preparando a los chicos para que vivan con alegría y sentido los próximos días”, afirma Jihad Alaji, otro joven catequista que reconoce que trata de trasmitir a los niños lo que él recibió cuando era como ellos. “La fe es lo que nos está animando a tener esperanza en nuestra tierra, a pesar de todo lo que hemos sufrido. Jesús Resucitado nos trae la paz”.


También se preparan para la Semana Santa en la iglesia greco-católica de San Pedro, en el pueblo de Marmarita, corazón del Valle de los Cristianos, una región de Siria, cerca de la frontera con Líbano donde hay miles de desplazados procedentes de otras partes del país donde los combates se intensifican: Alepo, Damasco o Idlib. “En nuestra sencilla parroquia estamos atendiendo a 2.000 personas cada mes.Gracias a la ayuda recibida de parte de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, podemos pagar el alquiler de muchos desplazados, ofrecerles ropa, alimentos, medicación y el tratamiento sanitario que necesitan para un cáncer o un problema del corazón”, comenta el padre Walid Iskandafy.

Rezamos las vísperas cada día de Cuaresma a las cuatro y media. Acuden unas 50 personas. Los salmos son cantados, algunos en griego y otros en árabe”. Al finalizar un grupo de mujeres y hombres se quedan para ensayar los cantos de la Misa y preparar las celebraciones para la Semana Santa.

El templo está repleto de iconos entre los cuales está representada Santa Teresa de Jesús, la santa mística española. En el iconostasio, ornamento de madera que separa el altar del resto de la nave central, la imagen de la Virgen María ocupa un lugar privilegiado: “María es nuestra esperanza, ella que vivió la Pasión junto a su hijo, está con nosotros cada día que dura nuestro sufrimiento aquí. Numerosas personas me cuentan que han experimentado la presencia consoladora de María en estos últimos años”, afirma el padre Walid.


De vuelta, en Homs: “La oración del Vía Crucis es muy importante para nosotros porque nos acompaña en nuestro sufrimiento”, comenta otro feligrés en la catedral sirio-católica del “Espíritu Santo”. “Los cristianos hemos sufrido y estamos sufriendo mucho por la guerra en Siria. Algunos han muerto por los ataques, otros han sido asesinados por nuestra fe”, afirma el párroco P. Kassab.

Es Viernes de Dolores y poco antes de las cinco de la tarde comienzan a llegar grupos de mujeres, algún que otro joven y varias familias. Muchos de ellos, especialmente los más mayores, visten de negro. En seguida comienza el rezo del Vía Crucis. “Es una tradición para nosotros”, comenta el joven Hamer Mussa, “por eso venimos especialmente cada viernes, para rezar juntos”.

Después de las lecturas de los Evangelios, se reza el padre nuestro y el ave maría en árabe y en siriaco, la lengua litúrgica del rito sirio-católico. El templo aún muestra las marcas de la guerra que se ha ensañado especialmente con la minoría cristiana de Siria. El cuadro que preside la iglesia, una imagen que representa la escena de Pentecostés, está completamente rajado. Varias zonas del techo están recién pintadas, destacando los lugares por donde cayeron barios morteros. Faltan algunas imágenes de las estaciones del Via Crucis, destruidas o robadas.

Entre los asistentes, todos han hecho experiencia de sufrimientos fuertes en sus vidas: han perdido familiares, otros aún atraviesan enfermedades y operaciones, los jóvenes tienen un futuro incierto. En su vida están visibles las heridas de Jesús en el Calvario, otros son como la Verónica o el Cireneo que hoy siguen cargando con la cruz de Cristo.

Artículo originariamente publicado por Josué Villalón en Ayuda a la Iglesia Necesitada