Ben Rogers y Mark Poidevin son una pareja homosexual en Wollongong, Australia, que lleva 15 años juntos ("con nuestros altibajos, como todos"). Se conocieron en una web de temática gay y se declaran comprometidos en su relación. 

Pero se oponen a redefinir el matrimonio en Australia, uno de los pocos países de cultura occidental anglohablante que legalmente sigue considerando que el matrimonio es una unión de hombre y mujer.

Hace cinco años, Mark defendía el "matrimonio gay" y propuso a Ben que se casaran. Pero él le dijo que no creía que las parejas del mismo sexo debieran ser consideradas como matrimonio. Ben defendió entonces, y sigue defendiendo hoy, en pleno debate sobre la redefinición de esta institución, que el matrimonio debe mantenerse como una unión de personas de distinto sexo. 

 
"Nunca hemos vivido ninguna discriminación en nuestras familias, ni dramas por revelar nuestra sexualidad", explica Ben Rogers. "Cuando me revelé como homosexual pienso que una de las consecuencias era renunciar al matrimonio y a los hijos". 

Hoy Mark Poidevin también se opone a la redefinición del matrimonio, y más en un país como Australia con muchos inmigrantes de culturas muy diversas, incluso llegados de países con poligamia legal.

"Si hacemos una excepción con una comunidad, como las parejas del mismo sexo, ¿dónde pararemos? ¿Permitiremos matrimonios múltiples a comunidades de otras culturas? ¿Bajaremos la edad de consentimiento a otras minorías? A mí me preocupa dónde se puede llegar", explica Mark.




Mark lamenta que a ellos y a cualquiera que hable contra la redefinición del matrimonio se les acuse de homófobos.

"Oigo comentarios que dicen que eres homófobo si no apoyas el matrimonio gay, pero yo soy un gay que dice que no es así, que tienes derecho a tu visión y que las personas deben ser respetadas. No apoyar una postura no significa que seas un intolerante", añade Mark. 


El gobierno australiano ha dedicado 100 millones de dólares (USA) a organizar una consulta ciudadana por correo, que además no es vinculante: los mayores de 18 años inscritos en el censo electoral podrán votar por correo si desean el matrimonio gay en el país.

No es lo mismo que convocar a la gente a las urnas en un referéndum. Los activistas LGTB se oponían a un referéndum porque decían que sería "divisivo" para el país y esperando forzar la ley en el Parlamento; las entidades conservadoras también temían perder un referéndum bajo presión mediática.

El Gobierno puso en marcha entonces la peculiar consulta por correo, que tiene detractores, pero al menos permite expresarse a los ciudadanos: a los españoles, alemanes y canadienses nadie les preguntó si querían que una institución antiquísima como el matrimonio fuese completamente redefinida para convertirse en otra cosa muy distinta: los políticos lo hicieron sin contar con la ciudadanía.

Las respuestas por correo postal deben recibirse antes del 7 de noviembre a las seis de la tarde.  


La pregunta formulada es: "¿Apoya usted un cambio en la ley que permita a las parejas del mismo sexo casarse?" Como se ve, la pregunta no comenta nada sobre temas más complejos todavía, como la entrega de niños en adopción, impidiéndoles tener un padre y una madre, por ejemplo.  

Aunque las encuestas consideran que el "sí" al matrimonio gay puede lograr un 63% de respuestas, Mark y Ben consideran que, como en la votación del Brexit o las elecciones que dieron el poder a Trump, las encuestas pueden fallar. Y más en un procedimiento tan peculiar de voto por correo. 

Incluso si Australia llegara a aprobar el matrimonio gay, Ben Rogers y Mark Poidevin declaran en Abc.net.au que ellos no se casarán. "Nos mantendremos en nuestro compromiso mutuo, no necesitamos matrimonio en nuestras vidas, definitivamente no", dicen.