Se cumplen 10 años de la guerra de Siria que ha dejado devastado este país. El cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Damasco, ha sido testigo de todas las atrocidades y calamidades producidas durante este tiempo y por ello pide que no se olvide la extrema necesidad que a día de hoy tiene el pueblo sirio.

Tal y como explica el purpurado en Vatican News, “ya no es la Siria que conocí cuando llegué allí hace doce años como nuncio apostólico. Hoy, al salir a las calles de Damasco, veo largas colas de gente frente a las panaderías, esperando pacientemente su turno para comprar pan a precios subvencionados por el Estado, a menudo el único alimento que pueden permitirse. Escenas nunca antes vistas, ni siquiera durante los años más duros de la guerra”.

Tras diez años desde que comenzó el conflicto, el cardenal Zenari considera que “la Siria de hoy tiene el rostro de un país en el que, en comparación con hace diez años, faltan varias categorías de personas: los muertos del conflicto ascienden a cerca de medio millón; 5,5 millones de refugiados sirios están en los países vecinos; otros 6 millones vagan, a veces varias ocasiones, de un pueblo a otro como desplazados internos. También hay cerca de un millón de migrantes. Decenas de miles de personas están desaparecidas. Faltan los jóvenes, el futuro del país. Más de la mitad de los cristianos se han ido. Faltan los padres y a veces incluso las madres de muchos niños. Para muchos de ellos no hay hogar. Además, faltan escuelas, hospitales y personal médico y de enfermería en medio de la emergencia de Covid-19”.

Pero la cosa no queda ahí sino que también alerta de que “no hay fábricas ni actividades productivas. Pueblos y barrios enteros han desaparecido, arrasados o están despoblados. El famoso patrimonio arqueológico, que atraía a visitantes de todo el mundo, ha sido dilapidado. El tejido social, el mosaico de convivencia ejemplar entre grupos étnicos y religiosos, se ha visto seriamente dañado. La naturaleza también está sufriendo la contaminación del aire, el agua y el suelo causada por el uso de explosivos y diversos tipos de munición durante diez años. El suelo es pisoteado y los cielos surcados por las fuerzas armadas de cinco potencias enfrentadas entre sí, como nos recuerda a menudo el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen. En definitiva, un panorama realmente desolador”.

El nuncio en Siria asegura que aunque en varias regiones ya no caen bombas desde hace tiempo “sí ha estallado lo que podría llamarse la ‘bomba’ de la pobreza. Según los últimos datos de Naciones Unidas, cerca del 90% de la población siria vive actualmente por debajo del umbral de la pobreza. ¡Es la peor cifra del mundo! La lira siria ha perdido gran parte de su valor y los precios de los bienes de consumo básicos se han disparado. La gente llama a esta fase del conflicto ‘guerra económica’”.

Por otro lado, sobre el papel de la Iglesia en este momento, el cardenal Zenari señala que “un enorme reto al que se enfrentan las distintas religiones presentes en Siria, en particular la cristiana y la musulmana, es la reconciliación y la reparación del tejido social, dañado por estos largos años de guerra. Además, la Iglesia actúa sobre el terreno con una amplia red de proyectos humanitarios abiertos a todos, sin diferencias étnico-religiosas, gracias a la ayuda de diversas instituciones caritativas de todo el mundo. Podríamos decir que es la obra del ‘buen samaritano’”.