Ya sea nadando entre tiburones o circulando por caminos que tienen agujeros de metros de profundidad, el misionero claretiano, Juan Ángel Artiles, recorre desde hace años la isla de Timor dando la vida por este pueblo que tanto ha sufrido. Aunque los cocodrilos pueden asustar más, este español ha sido víctima de los caminos donde se ha partido dos veces la rodilla yendo en moto de una comunidad a otra impartiendo los sacramentos ante la falta de sacerdotes.

En una entrevista con Cristina Sánchez Aguilar en Alfa y Omega, este misionero explica cuál es su labor allí, los retos de estas comunidades y también las gracias que derrama allí Dios:


- Sí, y he estado en ambas zonas. Cuando llegué en 2005 la misión la teníamos en Timor Occidental, una parte de la isla que pertenece a Indonesia y, por tanto, es de mayoría musulmana. Ahora, desde 2013, estoy en Timor Oriental, país independiente donde el 98% de la población es católica.


- Indonesia invadió la isla en el 75 y asfaltó carreteras, construyó escuelas, hospitales, llevó agua a muchos sitios… Pero la zona oriental se levantó frente a los invasores, porque aunque había infraestructuras, también se había cometido una matanza sin precedentes. En Timor Oriental había alrededor de un millón de habitantes y murieron cerca de 280.000 según Naciones Unidas.


- Si no hubiera sido por ellos… De hecho, el obispo salesiano Carlos Felipe Ximenes Belo ganó el Nobel de la Paz de 1996 compartido con el presidente Ramos Horta por su labor en el referéndum popular que dio lugar a la independencia pacífica de Timor Oriental.


- Indonesia dejó la zona oriental destrozada tras el referéndum. Dinamitaron los puentes, echaron abajo el tendido eléctrico… En diez días destruyeron el 75 % de las infraestructuras del país. Todavía hay un 40% de la población sigue sin electricidad y un yogur cuesta once euros, porque no se produce nada.


- Cuando se hizo el referéndum, un 21,5 % de la población votó en contra de la independencia, lo que significa que uno de cada cinco habitantes no estaban conformes. Esta gente se fue a la otra parte de la isla, y esto ha supuesto que muchísimas personas tengan familia en ambos lados y que las rencillas permanezcan. Durante el Año de la Misericordia hemos trabajado duro para potenciar la reconciliación, pero queda mucho por hacer.




- Tenemos pocos catequistas y los pocos que hay tienen una formación muy básica. Además, desde hace unos meses solo somos dos misioneros, y la pastoral sacramental nos come mucho tiempo y energía. Tardo más de una hora y media en llegar a una capilla a celebrar Misa, que solo está a 28 kilómetros de distancia. Por eso me he roto dos veces la rodilla [ríe]. La misión compartida con los laicos es una tarea pendiente.


- Hay muchas vocaciones de timorenses, este año tenemos a 60 chicos en la casa de formación. En la zona indonesia también tenemos un pequeño seminario con 20 chavales.


- Damos semillas a los pequeños campesinos y formación sobre cómo plantar, regar, cuidar el campo, y que tengan así ingresos estables. También llevamos una escuela de formación profesional, porque la marcha de más de 2.500 profesores después de la independencia ha provocado que la calidad de la enseñanza haya bajado mucho.


- El animismo conlleva miedo y sufrimiento. La gente no se mueve de noche por temor a los espíritus, no pueden pronunciar determinadas palabras porque traen enfermedades… Realmente condiciona sus vidas.


- [Ríe]. Es el animal sagrado, porque dicen que la isla se parece a la cabeza de un cocodrilo. Creen que son sus antepasados y no los matan, así que nadamos entre ellos cuando vamos al río.