El filósofo y sociólogo alemán Jürgen Habermas, de 91 años, al principio se mostró satisfecho de haber sido galardonado con el Premio del Libro Jeque Zayed, dotado con un millón de dinares (225.000 euros). Pero cuando supo que estaba ligado directamente al gobierno de Emiratos Árabes Unidos, lo rechazó. Lo hizo como gesto de condena al sistema político de los emiratos.

El filósofo dijo a Der Spiegel que su aceptación inicial del premio fue “una decisión errada que ahora se ha corregido. No estaba informado del estrecho vínculo entre la institución que otorga el premio en Abu Dabi con el sistema político imperante allá”.

Y es verdad que Emiratos Árabes Unidos no es un paraíso de los derechos humanos: se le acusa de torturas policiales, detenciones arbitrarias, participación en la Guerra de Yemen donde se le imputan crímenes de lesa humanidad, restricciones fuertes de la libertad religiosa y de los derechos de las mujeres...

Pero, ¿es eficaz o pedagógico que el filósofo rechace el premio? No lo es, según el obispo católico de todos los países de la Península Arábiga, el capuchino suizo Paul Hinder, que es obispo allí desde hace 16 años.

"En el mundo árabe, la hospitalidad es algo sagrado. Rechazar una invitación es un insulto, a menos que se puedan dar razones serias", recordó el obispo Hinder al digital católico suizo Kath.ch. El obispo señala que rechazar el premio se verá como una grave afrenta.

"Habermas debería haber aceptado el premio a pesar de las preocupaciones políticas. Al negarse posteriormente a aceptar el premio, el filósofo corre el riesgo de debilitar 'el poder esclarecedor de la palabra crítica', que gracias a las traducciones también tiene un impacto en el mundo árabe e incluso es bienvenido por monarcas", dijo Hinder, citando una frase que usa el mismo Habermas.

En este caso, al obispo parece preocuparle el desaire al patrocinador del Premio, el príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohammed bin Zayed bin Sultan Al Nahyan.

El obispo señala el precedente del despotismo ilustrado en Europa, en el siglo XVIII. "¿No sería bueno recordar el papel de los príncipes ilustrados en la historia de Occidente, que gobernaron de manera antidemocrática pero ayudaron a la Ilustración a lograr un gran avance? ¿No es posible que los príncipes árabes individuales puedan hacer algo similar?"

El obispo Paul Hinder bendice los cimientos de una nueva iglesia en Emiratos Árabes, algo imposible en la vecina Arabia Saudí y algunos otros países islámicos

El obispo Hinder, pastor de 3,5 millones de católicos repartidos por Omán, Yemen, Emiratos y Arabia Saudí, casi todos ellos inmigrantes filipinos, pakistaníes, indios, libaneses o sirios, tiene una visión internacional de los procesos culturales.

Es consultor del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso y del Pontificio Consejo para el Cuidado de Migrantes. Y una figura clave en la diplomacia regional, ya que es un puente entre Emiratos Árabes, la diplomacia vaticana y su trato con Occidente. En 2019, el Papa Francisco y el erudito de Al-Azhar Ahmed al-Tayyeb firmaron en Abu Dabi una declaración sobre la fraternidad que los Emiratos exhiben como un logro de diálogo, y que abrió varias puertas al Papa en Oriente.

Hinder considera que en este tipo de monarquías muy personalistas, el apoyo y la cortesía a los príncipes y herederos más aperturistas permite abrir espacios -por ejemplo, para que circulen libros e ideas- que a su vez permitirán más avances.

Por el momento, la organización de los Premios Jeque Zayed declaró el lunes que “lamenta la decisión de Jürgen Habermas de retractarse de aceptar el premio, pero la respeta” . Cada año estos premios -con el nombre del fundador de Emiratos Árabes Unidos- reparten 1,9 millones de dólares en distintas categorías.



Habermas y el entonces cardenal Ratzinger en su encuentro famoso de 2004

A Habermas no le faltan los reconocimientos públicos. Recibió el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2003 y es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort, de marxismo crítico o reformulado.

En 2004 el filósofo alemán mantuvo un debate público y notorio en la Academia Católica de Baviera con su paisano el cardenal Joseph Ratzinger (que al año siguiente pasaría a ser el Papa Benedicto XVI) y desde entonces se ha señalado su mayor aprecio a la importancia del cristianismo en la articulación de Occidente, su cultura y valoración de la persona. En varias ocasiones (aquí, por ejemplo) señaló después su creciente aprecio a la utilidad moral y social del cristianismo para una sociedad funcional.