En Uzbekistán el 95% de la población es musulmana, y los católicos solo cuentan con cinco parroquias. Pero esta Pascua ha sido peculiar porque las autoridades católicas invitaron a la prensa a acudir a la Vigilia Pascual y así lo hicieron cuatro canales de televisión en la catedral de la capital, Tashkent.

Transmitieron la fiesta a miles y miles de hogares uzbekos que jamás han visto una ceremonia católica de Pascua. Casi todos los cristianos del país (un 2% de sus 30 millones de habitantes) son ortodoxos y según su calendario aún era Cuaresma.

Jerzy Maculewicz, el administrador apostólico de la Iglesia Católica en Uzbekistán (equivalente a obispo) se esforzó por difundir la Vigilia Pascual, una misa larguísima, de cuatro horas, porque las lecturas se hacen en los cuatro idiomas que conocen los 400 católicos de la parroquia de la capital: ruso, inglés, coreano y polaco. De hecho, aún no hay traducción oficial al uzbeko de los libros litúrgicos.

A pesar de la duración de la misa, según explicó el padre Maculewicz a la agencia AsiaNews, "nadie estaba cansado. De hecho, al final de la liturgia se han quedado algunos de los fieles para intercambiar saludos".



Como es costumbre en muchos países de Europa Oriental y la ex-URSS, antes de la vigilia pascual los sacerdotes bendijeron huevos, pasteles y carnes que trajeron los fieles.


En la Vigilia Pascual se bautizaron 12 adultos, de entre 15 y 65 años. El domingo se bautizó por la mañana un grupo de niños.

"A los nuevos católicos les digo: para ustedes hoy comienza una nueva vida, reciben nuevos corazones puros. Pueden iniciar una buena vida. Seguro que no fantarán los problemas, pero Dios estará con ustedes", explica Maculewicz.


Cuenta la historia de una señora de 60 años "que antes del bautismo estaba muy conmovida y lloraba. Al día siguiente vino a decirme que su entrada en la comunidad cristiana era lo mejor que le ha ocurrido en su vida".

Esta mujer, que nunca fue educada en ninguna religión, decidió convertirse en cristiana cuando huía de su país de origen, Kirguistán, en la guerra civil tras la disolución de la Unión Soviética. Mientras disparaban a su grupo y mataban a algunos de sus amigos que huían, ella prometió a Dios hacerse católica si salvaba su vida. Pasaron muchos años y un largo proceso para conocer la fe, pero por fin cumplió su promesa con alegría. Y salió por televisión.