César Martín y otros 45 compañeros del colegio el Prado de Madrid han terminado hace pocos días la EBAU. Su viaje de fin de curso no será a las playas azules del Mediterráneo o las discotecas de moda, sino una pobrísima barriada de Yamassoukro, en Costa de Marfil, donde tratarán de construir una iglesia.

La decisión de estos 45 jóvenes puede parecer insólita, sin embargo, no lo es tanto: según los últimos datos prepandemia, en 2019 fueron un total de 500 jóvenes madrileños los que dedicaron unos días de sus vacaciones de verano a “ir de misiones”, o a colaborar con alguna actividad de voluntariado con los más pobres. Entrevistamos a César Martín Jiménez, alumno de 2º BACH, que nos explica los detalles de este voluntariado.

“Nos dirigimos a N’Debo, una pequeña población en la periferia de Yamassoukro, la capital de Costa de Marfil. Nuestro objetivo es pavimentar el suelo e intentar enfoscar las paredes de una iglesia que lleva intentando construirse desde 1986, pero por falta de recursos y medios, no se ha podido finalizar. Además de esta tarea (vienen con nosotros además 5 profesores, tres antiguos alumnos y un sacerdote), queremos dedicarnos a los niños del pueblo, y realizar con ellos actividades artísticas, deportivas y culturales”.

A causa de la pandemia, los preparativos no han sido nada fáciles: “Hasta Navidad no hemos podido asegurar que la actividad se iba a realizar, y a partir de ese momento empezamos a buscar modos de financiar el viaje y de conseguir los materiales necesarios. El viaje y la estancia la hemos costeado cada uno de nosotros con pequeños trabajos, y lo obtenido con la venta de dulces, bizcochos, bombones, en el colegio y en distintas parroquias, se ha destinado íntegramente para pagar los materiales”.

Los 45 alumnos de la promoción 51 del colegio El Prado que se encuentran actualmente en Yamassoukro (Costa de Marfil). 

No es la primera vez que estos chicos realizan un voluntariado; de hecho, el plan formativo del colegio incluye experiencias de este tipo, graduales y adaptadas a la edad de los alumnos.

“A finales de 4º de ESO empezamos a visitar una barriada pobre de Madrid y a conocer algunas familias que allí vivían, sus necesidades, preocupaciones… Les hemos repartido alimentos en el verano de 2020, hemos colaborado pintando las casas de algunas personas realmente de vidas muy desestructuradas. El año anterior, 2019, cuando estábamos en 3º de ESO, hemos visitado y acompañado a ancianos en residencias. Pueden parecer actividades simples, pero nos han ayudado mucho a salir de nosotros mismos y a vivir con los pies en el suelo, agradecidos por todo lo que tenemos. Suponemos que la experiencia que estamos a punto de comenzar dejará también un profundo impacto en nosotros, porque desde España nos cuesta comprender cómo los africanos, a pesar de las condiciones tan duras de pobreza en las que viven, son capaces de mantener esa sonrisa y ese espíritu de esperanza”.

Le preguntamos a César si, después de los preparativos, y al descubrir que el país que van a visitar tiene una esperanza de vida de 49 años, un 50% de analfabetismo y un índice de Desarrollo Humano de 162 (de 169), no hay nada que les asuste: “Te mentiríamos si dijésemos que no estamos asustados. Se trata de una cultura completamente diferente a la nuestra, y es probable que nos impacte y cuestione mucho no sólo la pobreza, sino también las diferencias culturales o de mentalidad”.

Así fue la experiencia de los alumnos de El Prado en Costa de Marfil (2018). 

-A pesar de todo, estáis decididos. ¿Cuál es vuestra principal motivación?

-Son muy variadas: deseo de ayudar, una pizca de aventura, compartir la fe, dejar un impacto positivo en la vida de otros de un modo gratuito, ampliar las propias perspectivas. Y hay una común a todos: llevamos vidas afortunadas que muchas veces damos por supuestas, y es preciso aprender a apreciar lo que tenemos.

-A un joven de vuestra edad que sintiera en su corazón el deseo de ayudar y no sabe muy bien cómo encauzarlo, ¿qué le diríais?

-Que empiece poco a poco. Una persona no puede hacer cosas grandes a la primera. Que empiecen a hacer cosas pequeñas, cercanas, con los amigos, el colegio o la parroquia. Después se va aumentando la responsabilidad y se acaba quizá yendo en verano a África como nosotros. Hay una cuenta de Instagram que informa de distintos planes y posibilidades de voluntariado para jóvenes. 

El verano no acaba ahí para César Martín y sus compañeros: cuando regresen de Costa de Marfil, a primeros de julio, les esperan otros planes con sus parroquias y grupos juveniles: campamentos, camino de Santiago, Peregrinación Europea de Jóvenes. Un verano, el de los 18 años, que difícilmente olvidarán.

Si a estos 45 jóvenes sumamos todos aquellos que participarán en alguna otra actividad evangelizadora este verano, nos encontramos con un auténtico ejército, que a golpe de generosidad y entusiasmo, quieren demostrar que la juventud sigue siendo el tiempo del heroísmo y los nobles ideales.

 

Si quieres ayudar al voluntariado a construir una iglesia en N’Debo (Costa de Marfil), puedes hacerlo en este enlace.