El milagro atribuido a la intercesión de Álvaro del Portillo, uno de los colaboradores más cercanos de San Josemaría Escrivá, con el que se avanza en su proceso de beatificación, es una historia sorprendente, que sucede bajo los ojos asombrados de un equipo médico del s.XXI en un hospital de Chile, el país de América con mejor salud maternal y neonatal (solo por detrás de Canadá). 

Todo comenzó en Santiago de Chile, en junio de 2003, cuando el bebé José Ignacio Ureta Wilson fue declarado clínicamente muerto.

A los dos días después de nacer, el pequeño José Ignacio fue operado a causa de una grave malformación en el abdomen y en el corazón. La operación salió bien, pero repentinamente empeoró su estado de salud.

Susana Wilson, la madre del bebé, comenta hoy, diez años después: “Estábamos en la casa de mis suegros y a las 2,30 de la tarde, por ahí, nos llamaron de la clínica y nos dijeron que fuéramos allí inmediatamente porque José Ignacio no estaba bien”.


El corazón del bebé había dejado de latir: había sufrido un paro cardíaco. Los médicos trataron de reanimarlo. Lo intentaron durante 30 minutos. Al final se rindieron.

El pediatra José Ignacio Rodríguez, que estaba allí, cuenta lo que sucedió: “Continuamos las maniobras de reanimación cardíaca en forma sostenida, sin suspenderla. A los 30 minutos sencillamente veíamos que no había mejoría, comenzamos a disminuir el ritmo de las maniobras”.

La madre del bebé no perdió la esperanza. Mientras esperaba, entre lágrimas pedía un milagro a Dios por intercesión de Álvaro del Portillo.

Francisco Javier Ureta, el padre del bebe, recuerda ese momento: “La veía a ella rezando de una manera impresionante. Con una fe y un fervor increíble”.

En ese momento sucedió algo inesperado. El corazón del bebé comenzó a latir de nuevo y retomó su ritmo normal. Los médicos dicen que no encuentran una explicación científica a lo ocurrido.

“Sin mediar explicación, el corazón de José Ignacio retomó ritmo, progresivamente y en forma sostenida. Y ahora lo tienen con ustedes y con nosotros”, explica el doctor José Ignacio Rodríguez.


A pesar de todas las complicaciones que sufrió el bebé después de la operación, hoy está perfectamente. Hoy tiene 10 años, le encanta el fútbol, juega al tenis y le gusta bailar.

Sus padres no tienen duda de que Dios lo curó milagrosamente a través de la intercesión de Álvaro del Portillo.

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