Timothy Matkin es un pastor episcopaliano de Comanche, Texas, que incluso antes de saberse quién sería elegido como nuevo Papa de la Iglesia Católica  explicaba en su blog porqué los anglicanos y episcopalianos (anglicanos de EEUU), y de hecho cristianos de cualquier confesión, deberían rezar por el Romano Pontífice.  

Él no sabía que el nuevo Papa, en cuanto saliera al balcón de San Pedro, lo primero que haría sería poner a toda la gente -católicos o meros curiosos- a rezar por él; y tampoco sabía que el nuevo Papa ya habría recibido la oración de muchos evangélicos argentinos (en los encuentros Creces, en Buenos Aires, a los que acudía cada año). Los argumentos de Matkin son los siguientes.


"Ayudaos mutuamente a sobrellevar vuestras cargas", pide San Pablo en Gálatas 6,2. Los cristianos deben rezar por sus hermanos. Y los cardenales de Roma habían pedido oraciones para discernir según la voluntad de Dios.

El reverendo Matkin apuntaba al peligro -más que probable- de que el demonio intentase distraer a los cardenales para que no oyesen o siguiesen las orientaciones del Espíritu Santo. Por eso, es necesaria la oración de los cristianos, sean católicos o no, 

Matkin lo planteaba así: "¿Sabe un señor típico de la calle quién es el Patriarca de Moscú, o el arzobispo de Canterbury, o el presidente de la Convención de Baptistas del Sur o de la Iglesia Evangélica Luterana de América? Incluso si lo supiera: ¿podría recordar algo que haya dicho?"

Y añadía: "Para bien o para mal, para el mundo secular, el Papa habla por cada creyente. Es a él a quien buscan cuando quieren una palabra de Cristo y su iglesia. Necesitamos un buen portavoz". 

Por contraste, incluso predicadores famosos en un país, como el pastor Billy Graham en EEUU, son desconocidos al cruzar la frontera. Pero cualquier persona, aunque no tenga interés en el cristianismo, conoce quién es el Papa.


En un mundo que se hace pequeño y más acelerado, se hace verdad la frase "cuando Roma estornuda, el cristianismo se constipa". Con 1.200 millones de fieles (aunque no todos sean muy fieles) es la mayor comunidad cristiana del mundo, muy por delante de, por ejemplo, los 70 millones de la comunión anglicana.

"El movimiento ecuménico no avanzó de verdad hasta que Roma se incorporó; el estudio bíblico no llegó al cristiano común hasta que Roma no animó a los laicos a estudiar la Biblia; el movimiento litúrgico no hacía nada hasta que Roma empezó a cambiar su liturgia. El líder más influyente de la Iglesia más grande del mundo es un cargo importante y tenemos que rezar por la elección del nuevo Papa".


"Aunque la mayoría de nosotros, los anglicanos, no nos demos cuenta, es así: el obispo de Roma es nuestro Patriarca y centro visible de la unidad cristiana", comentaba Matkin, recordando que de las antiguas sedes metropolitanas (Roma, Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Constantinopla) sólo Roma estaba en Occidente.

"Pedro era el príncipe de los apóstoles, la roca en la que la Iglesia se construyó, y tenía un mandato especial de Cristo para atender el rebaño de Dios y confirmar a sus hermanos (Juan 21, 1519 y Lucas 22,31-32)", explica Matkin, recordando que "el diálogo ecuménico anglicano ha reconocido la importancia del papel del papado".

"Importa quién es el Papa, porque él no solo pertenece a los católicos, sino a todos los cristianos y al mundo entero. ¡Que Dios alce de entre nosotros a un verdadero constructor de puentes para la Iglesia Universal!", concluye este pastor episcopaliano.