Richard Dawkins, autor del manual antirreligioso «El espejismo de Dios», anunciaba recientemente a la prensa británica la creación de campamentos «racionales y escépticos» para niños y adolescentes de 8 a 17 años.

La iniciativa llega con retraso a Europa Occidental, porque en Estados Unidos llevan años celebrándose los campamentos «Inquiry», de la asociación laicista del mismo nombre, con un plantel difícil de superar: el físico y novelista Lawrence Krauss (autor del libro «La física de Star Trek») y Kevin Grazier, asesor científico de la serie «Battlestar Galactica» (en la que, por cierto, no es la ciencia sino la religión la que salva al final a los protagonistas).


Inquiry, que desde 2007 tiene estatus consultivo como ONG para las Naciones Unidas, declaraba en junio de ese año que «de una forma u otra, todas las religiones violan los derechos del niño». Así lo afirmaba su portavoz Innaiah Narisetti en un congreso en Pekín, ciudad que no destaca por sus libertades religiosas. «Hay que debatir la participación de los niños en actividades religiosas; aunque algunos digan que es un asunto que hay que dejar a los padres, la influencia negativa de la religión y su contribución posterior al abuso infantil de las prácticas religiosas requiere que nos preguntemos los límites de edad a la que la religión debería poder acceder a los niños», planteaba Narisetti.

Richard Dawkins, lo tiene claro: la religión se transmite, sobre todo, de padres a hijos. «A los padres se les supone un derecho único para imponer sus creencias religiosas a los niños», se indignaba este biólogo inglés, entrevistado por Lanny Swerdlow.

En un artículo en su web en mayo de 2006 afirmaba: «así como Amnistía Internacional trabaja, incansable, para liberar presos políticos en todo el mundo, deberíamos trabajar para liberar a los niños del mundo de las religiones que, con aprobación de sus padres, daña a mentes demasiado jóvenes para entender lo que les está pasando».


En ese artículo Dawkins afirma: «la amenaza del infierno eterno es un ejemplo extremo de abuso mental, igual que la sodomía violenta es un ejemplo extremo de abuso físico».

Al autor le dan igual los estudios científicos que demuestran que los menores religiosos están menos implicados en drogas, alcohol y delitos que los irreligiosos. ¿Dónde está el trauma?

En la Rusia comunista, las autoridades usaban el artículo 227 del Código Penal («atentados bajo apariencia de ritos religioso», año 1962) para castigar con cinco años de destierro el culto con niños monaguillos, la catequesis, la escuela dominical o las asociaciones religiosas infantiles. Sólo se permitía la presencia de un niño en una iglesia acompañado de sus padres.