El padre Alberto Reyes Pías, nacido en Cuba en 1967, ha presentado en Madrid el libro Historia de una resistencia, en el que cuenta su testimonio personal de vocación sacerdotal. Presbítero y Psicólogo, consigue explicar con sencillez y profundidad la historia de su resistencia a la llamada de Dios. El libro ha sido editado por Voz de Papel, y en su edición ha participado Ayuda a la Iglesia Necesitada.

-A mis resistencias a Dios. No creo que sea difícil saber qué es lo que Dios quiere de nosotros, pero otra cosa es asumir eso que Dios quiere. El cristianismo es difícil porque pide que saquemos de nosotros lo mejor de nosotros. Para mí Dios es como un entrenador exigente que te pide el máximo, y ante eso es fácil resistirse. Yo tenía mi vida “hecha, programada y controlada”, y un día sentí que Dios me cambiaba los planes, y me volví contra él.

-Cuando uno ha visto la luz no puede quedarse indiferente. Cuando una persona hace experiencia de Dios y se ha sentido tocada por Él, comprende qué significa que Dios es irresistible: empiezas a tener sed de Dios, comprendes que es el mejor punto de referencia, percibes una armonía interna que no encuentras en ninguna otra parte, y te das cuenta de que el otro te importa. Sin embargo, conservas la libertad para decir no a Dios, aunque el precio sea una sensación de vacío y un sinsentido existencial.

-Es posible vivir en actitud de amor, siempre, porque hacer el bien y no el mal es una opción, difícil a veces, pero posible siempre. Por otra parte, el cristianismo no es una filosofía ni el fruto de un conocimiento, sino el seguimiento de Alguien vivo y personal, y cuando tu vida se teje en torno a la vida de Jesús, te es más fácil comprender, y la comprensión lleva al perdón, y el perdón abre las puertas al amor.

Además, encerrarse en el odio o en el rencor no sirve para nada, al contrario, impide que crezca lo mejor que tenemos dentro. Intentar comprender para abrirse, desde allí, al amor es, entre otras cosas, un acto de inteligencia.

-El pueblo cubano fue engañado. Fidel se presentó siempre como un líder demócrata popular, y sólo cuando logró el poder manifestó su intención de llevar a Cuba por los caminos del marxismo, pero el pueblo no había luchado por eso. ¿Por qué tuvo éxito? En parte porque Fidel impuso su voluntad desde el poder, arrasando sin piedad todo lo que se puso en su contra. Pero también, porque gran parte de mi pueblo se fascinó con las promesas de un mundo mejor aunque esas promesas exigían la exclusión de Dios. Mi pueblo le dio la espalda a Dios, y un pueblo que le da la espalda a Dios no puede avanzar.

-Yo había empezado el curso escolar y tenía una maestra nueva. Un día, ante un comentario mío que no recuerdo, ella me dijo: “¿Tú eres religioso?”. Y yo le respondí: “Sí, pero no se lo diga a nadie”.

Me sentí muy mal con mi respuesta y cuando llegué a casa se lo conté a mi madre. Mi madre siempre ha sido una mujer alegre y espumante, pero recuerdo que me miró a los ojos, muy seria, y me dijo: “Si quieres seguir yendo a la Iglesia tienes que estar dispuesto a que te maten. Si no, no vas más”.

-Sentí mucha rabia por lo que había pasado, pero desde ese día me juré que nunca nadie me haría renegar de mi fe, y que desde ese día nadie me llevaría a la Iglesia, sino que iría yo, porque yo lo quería. Siempre he pensado que ese día nació mi fe personal.

-Cronológicamente, la JMJ de Colonia fue primero que el Camino de Santiago. Nunca había estado en una JMJ, y Colonia me hizo “ver”: ver a jóvenes de todo el mundo expresando con gozo su fe, verlos rezar de rodillas delante del Santísimo o sobre el fango, porque no había espacio en la capilla la noche de la vigilia.

Confesé a mucha gente y la confesión te hace tocar lo más íntimo del alma de la gente. Y yo me dije: “Los jóvenes creen, los jóvenes tienen fe”. Y entendí dos cosas: una, que es mentira que los jóvenes no tienen fe o no se sienten parte de la Iglesia; y otra, que la mayor victoria de esta sociedad sobre muchos jóvenes es hacer que sientan vergüenza de su fe, que se abochornen de su identidad cristiana.

El Camino de Santiago fue importante por dos motivos. Por una parte, comprendí cuánta gente está en búsqueda, de un sentido, de un por qué y un para qué válidos, de Dios, jóvenes en su mayoría, pero no sólo. Y por otra parte, el año en que hice el Camino de Santiago había sido particularmente duro para mí y me sentía espiritualmente muy desanimado. Peregrinar a Santiago fue reencontrarme con lo mejor de mi espíritu, fue encontrar la fuerza para renovar mis mejores opciones, fue sentirme capaz de volver a decirle a Dios: “Sí, quiero seguirte, y quiero que cuentes conmigo”.



-Durante muchos años he estado trabajando con jóvenes. Creo en ellos, he aprendido a quererlos, y confío en ellos, pero soy consciente de que muchas veces tienen miedo a dar testimonio de aquello en lo que creen. Y reconozco que esto me encoge el corazón. Sé que ante el miedo, como ante cualquier otro problema, lo que el joven necesita es ser acompañado, pero en mi interior me duele demasiado ver a jóvenes hechos y derechos con miedo a lo que otros puedan pensar o decir de ellos a causa de su fe. Creo que la JMJ en Madrid, sobre todo en el contexto español de ataque sistemático a la fe cristiana, puede ser algo que ayude a despertar en estos jóvenes el orgullo del discípulo, algo que los haga comprometerse más con su fe y con su Iglesia, y los ayude a vivir esa fe desde una opción más libre y más valiente.

-La oración. Es cierto que la Iglesia en Cuba necesita muchos medios materiales, pero lo que más necesita es la oración para que siga siendo fiel a Dios y al pueblo al que sirve, para que no pierda nunca de vista que su mejor tesoro es Cristo y su Evangelio, y sea eso lo que no se canse de proponer.

Y pediría también la oración por mi pueblo, ese pueblo que un día le dio la espalda a Dios, porque lo que más necesita mi pueblo es volver el rostro a Dios.

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Título: Historia de una resistencia TiendaLibres
Autor: Alberto Reyes Pías  
Editorial: Vozdepapel  
Páginas: 190 páginas  
Precio 17 euros