El Papa centró su homilía de la misa matutina de este martes en el papel que deben desempeñar los obispos, a los que recordó que “sois obispos para el rebaño, para custodiar el rebaño, no para escalar en una carrera eclesiástica”.

Francisco quiso reflexionar sobre la lectura de la misa del día en la que San Pablo se reúne en Éfeso con los ancianos y presbíteros. Según el Papa, “se trata de un fragmento muy fuerte, un fragmento que llega al corazón; pero también es un fragmento que nos hace ver el camino que todo obispo debe seguir a la hora de despedirse”.

Igualmente, explicó que los obispos deben saber discernir “cuándo es el Espíritu de Dios el que habla y cuándo es el espíritu del mundo, y sabe defenderse cuando habla el espíritu del mundo”.


Puso de ejemplo a San Pablo, que sabe que camina “hacia la tribulación, hacia la cruz y esto nos hace pensar en la entrada de Jesús en Jerusalén. Él entraba para partir, y Pablo va hacia la pasión”. El Apóstol “se ofrece al Señor, obediente, empujado por el Espíritu. Es el obispo que va adelante siempre, pero siguiendo el Espíritu Santo. Ese es Pablo”.

Por ello, consideró que “el testamento de Pablo es un testimonio. Y también es un anuncio, e incluso un desafío: ‘Yo ya he hecho el camino. Continuad vosotros’. Qué lejano queda este testamento de los testamentos mundanos: ‘Esto se lo dejo a aquel, aquello a aquel otro…’, tantos bienes. Pablo no tenía nada, sólo la gracia de Dios, la valentía apostólica, la revelación de Jesucristo y la salvación que el Señor le había dado”.

El Papa terminó con una reflexión personal: “Cuando leo esto pienso en mí, porque también yo soy obispo y deberé despedirme”. “Pido al Señor la gracia de poder despedirme así”. “Que el Señor nos de la gracia a todos nosotros de poder despedirnos así, con este espíritu, con esta fuerza, con este amor a Jesucristo, con esta confianza en el Espíritu Santo”.