Recuperado ya de su intenso viaje a Asia, el Papa Francisco ha retomado sus habituales homilías y misas matinales en la residencia Santa Marta de Roma. Este martes, 5 de diciembre, ha predicado sobre la necesidad de ser humildes para crecer en la vida del Espíritu Santo. 

Ahora bien, “¿qué es ser humilde?”, se preguntó el Santo Padre. “Algunos pueden pensar que ser humilde es ser educado, cortés, cerrar los ojos cuando se reza… No, ser humilde no es eso. Entonces, ¿cómo puedo saber si soy humilde?”, insistió.

“Hay una señal: aceptar la humillación. La humildad sin humillación no es humildad. Humilde es aquel hombre, aquella mujer, que es capaz de soportar las humillaciones como las ha soportado Jesús, el humillado, el gran humillado”, explicó.


Cada cristiano es “como un pequeño brote donde se posará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conciencia y de temor del Señor. Esos son los dones del Espíritu Santo. De la pequeñez se crece a la plenitud del Espíritu. Esta es la promesa, este es el Reino de Dios. Esta es la vida del cristiano”.

Francisco exhortó a “ser conscientes de que cada uno de nosotros es un brote de aquella raíz que debe crecer, crecer con la fuerza del Espíritu Santo, hasta la plenitud del Espíritu Santo en nosotros. ¿Y cuál sería la misión del cristiano? Simplemente custodiar ese brote que crece en nosotros, custodiar su crecimiento, custodiar el Espíritu”. 

Insistió en que el estilo de vida del cristianos “es un estilo como el de Jesús, sustentado en la humildad”.

Hace falta fe y humildad para que crezca ese brote, ese don pequeño que llegará a la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Necesitamos humildad para creer que el Padre, Señor del Cielo y de la Tierra ha ocultado estas cosas a los sabios, a los doctores y se las ha revelado a los humildes, como recuerda el Evangelio de hoy. Humildad es ser pequeño como un brote, un brote que crece cada día, un brote que necesita al Espíritu Santo para poder ir adelante hacia la plenitud de la propia vida”.

El Pontífice finalizó su homilía pidiendo “que el Señor nos de esta grandeza de custodiar lo pequeño hacia la plenitud del Espíritu. No olvidéis las raíces y aceptad las humillaciones”.