El Papa Francisco ha hablado este jueves durante su homilía en la Casa Santa Marta de la responsabilidad de todos de custodiar la paz, pues la guerra comienza en el corazón del hombre.

Según recoge Zenit, el Santo Padre se detuvo en tres puntos que aparecen presentes en la primera lectura del Génesis: la paloma, el arcoíris y la alianza.

El Papa indicó que la alianza que Dios hace es fuerte “pero no es fácil custodiar la paz”. “Es un trabajo de todos los días –señaló– porque dentro de nosotros está esa semilla, aquel pecado original, el espíritu de Caín que por envidia, celos, avidez y querer dominar, hace la guerra”.

Por eso se lee en la primera lectura: “pediré cuenta al hombre de la vida del hombre, a cada uno, de su hermano”.

De este modo, añadía que “hoy en el mundo hay derramamientos de sangre. Hoy en el mundo hay guerras. Tantos hermanos y hermanas mueren, también inocentes, porque los grandes, los potentes quieren un pedazo de tierra, más poder o ganar más con el tráfico de las armas”.


“Y también a nosotros, aunque aquí nos parece estar en paz, el Señor pedirá cuentas sobre la sangre de nuestros hermanos y hermanas que sufren la guerra”, dijo.

Cómo se preocupa uno y cuida uno el arco iris y la paloma de la paz, “¿qué hago para que el arco iris sea siempre una guía?”. Porque “todos nosotros estamos involucrados en esto”.

La oración por la paz “no es una formalidad, el trabajo por la paz no es una formalidad”, y señaló que “la guerra comienza en el corazón del hombre, en la casa, en las familias, entre amigos y de allí a todo el mundo”.

Cuando miramos el diario o los noticieros, ¿somos sensibles a las noticias de las bombas que caen en un hospital, una escuela o que matan a los niños? La paz “no solo hay que custodiarla, sino construirla con las manos, artesanalmente, todos los días”.


El Papa recordó un hecho que vio en su niñez: “Empezó a sonar la alarma de los bomberos, después en los diarios y en la ciudad. Esto se hacía para llamar la atención sobre algún hecho, tragedia u otra cosa. Y sentí a la vecina que llamaba a mi mamá: ‘Señora Regina, venga, venga, venga. Mi madre salió un poco asustada: ¿Qué pasó?. Y esa señora de la otra parte del jardín le decía: ‘¡Ha terminado la guerra’!, y lloraba.

“Que el Señor nos de la gracia de decir: ‘ha terminado la guerra y llorando. Ha terminado la guerra en mi corazón, en mi familia, en mi barrio, en mi trabajo, ha terminado la guerra en el mundo”. Así será más fuerte la paloma, el arco iris y la alianza.