El pasado sábado 9 de noviembre fueron ordenados en la basílica romana de San Eugenio un total de 29 diáconos del Opus Dei, de un total de 13 nacionalidades distintas, destacando la presencia de 12 españoles y de países latinoamericanos como México, Argentina, Uruguay, Guatemala, Chile o Costa Rica. También fueron ordenados diáconos de Uganda, Costa de Marfil, Italia, Eslovaquia y Holanda.

Los nuevos diáconos fueron ordenados por monseñor Philippe Jourdan, único obispo católico en Estonia, y miembro del Opus Dei. Comenzó su homilía así: “Podéis imaginaros lo que significa para mí, como obispo del norte europeo, ordenar en un día a más personas de las que ordenamos en varios años en todos los “pueblos fríos del norte de Europa”, como decía san Josemaría. Que Dios haga que allí también llegue el tiempo de la mies. Y, al mismo tiempo, damos gracias por estos nuevos trabajadores en la viña del Señor”.

De este modo, habló de la importancia de “servir”. Por ello, explicó que “para un sacerdote, o para un diácono, servir es como el respirar. Un sacerdote al cual no le gusta servir sería como un médico que tiene miedo a la sangre. El médico que tiene miedo a la sangre puede intentar dedicarse, por ejemplo, a estudiar la historia de la medicina, pero de él podemos decir que, en general, no parece que ser médico sea su camino idóneo”.

Monseñor Jourdan agregó que “servir es como la sangre de nuestro sacerdocio. Uno puede tener miedo a la sangre, pero la sangre es la condición para ser útiles. Con qué alegría san Josemaría nos daba como lema: ‘Para servir, servir’. Eso se puede entender de múltiples formas. Para mí, significa simplemente que nunca eres tan útil como cuando estás sirviendo tal y como como te lo piden, sin buscar programas o metas personales”.

Además, quiso compartir con los presentes una anécdota personal: “Permitidme ahora un recuerdo personal: cuando llegue a Estonia por primera vez, me había preparado para responder a todas las preguntas que me iban a hacer, las profundas y menos profundas. Pero no me había preparado a la única pregunta que me hicieron: “¿Quiere usted jugar un partido de fútbol?”. La verdad es que no quería. Estaba cansado y nunca fui un incondicional del fútbol, pero me dije que no podía contestar que no a la primera y única pregunta que me habían hecho. Qué triste hubiera sido. Pensé: “¡Qué fanáticos del fútbol son estos estonios!”. Dije que sí, que jugaría. Luego me enteré de que los estonios no son para nada fanáticos del fútbol. Quizás yo era el primer francés que conocían y no sabían cómo conectar conmigo. Era el tiempo de Zidane, de Platini y pensaron: “Seguro que a un francés lo que más le gusta es un partido de fútbol, incluso si es tarde si llueve si hace frío…”. Así es que ninguno quería jugar al fútbol, pero todos fuimos a jugar para servir a los demás como pensábamos que querían ser servidos. Y el partido fue una gozada. Eso sí, rompí una pierna a una señora que estaba jugando en la portería, pero fue involuntario”.

Los nombres de los nuevos diáconos son:

Santiago Altieri Massa Daus (Uruguay)

Alejandro Armesto García-Jalón (España)

José Luis Benito Roldán (España)

Guillermo Jesús Bueno Delgado (España)

Juan Luis Orestes Castilla Florián (Guatemala)

José Luis Chinguel Beltrán (Perú)

José de la Madrid Ochoa (México)

Andrew Rowns Ekemu (Uganda)

Pablo Erdozáin Castiella (España)

Felipe José Izquierdo Ibáñez (Chile)

Kouamé Achille Koffi (Costa de Marfil)

Martín Ezequiel Luque Marengo (Argentina)

Andrej Matis (Eslovaquia)

Carlos Medarde Artime (España)

José Javier Mérida Calderón (Guatemala)

Claudio Josemaría Minakata Urzúa (México)

Andrés Fernando Montero Marín (Costa Rica)

Ignacio Moyano Gómez (España)

Miguel Agustín Mullen (Argentina)

Miguel Ocaña González (España)

Ricardo Regidor Sánchez (España)

Antonio Rodríguez Tovar (España)

Manel Serra Palos (España)

Juan Esteban Ureta Cardoen (Chile)

Giovanni Vassallo (Italia)

Roberto Vera Aguilar (México)

Juan Ignacio Vergara (Holanda)

José Vidal Vázquez (España)