La abadía benedictina de Heiligenkreuz, en Austria, alcanzó fama por su disco de gregoriano de 2008, publicado por Universal Music. Pero en entornos eclesiales es conocida por su uso de Internet para difundir sus actividades y por su crecimiento vocacional: con el español Héctor de Andrés alcanza los 100 monjes. Lo contaba a finales de agosto el diario El Mundo

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Leo, el primer español en el monasterio de los 'monjes austriacos de Google'

por Álvaro Sánchez León

A 30 kilómetros de Viena y a 13 de las termas de Baden hay un spa espiritual en ebullición donde, con permiso de Iniesta, sí que se escucha el silencio. Heiligenkreuz es el monasterio cisterciense ocupado más antiguo del mundo y funciona ininterrumpidamente desde 1133. Ni los turcos de Kahlenberg ni Hitler han podido cerrar el grifo de vocaciones en este paraíso perdido entre los bosques de la capital austriaca.

Bajo sus techos góticos viven hoy 100 monjes de entre 20 y 90 años. Es la cifra más alta de los últimos dos siglos. El 90% ha encontrado este oasis gracias a Google. Buscaban un parón, reflexionar, replantearse la vida, y se encontraron con Dios en 3D. Vinieron a probar y acabaron colgando los vaqueros para vestirse por la cabeza con el hábito de san Benito.

El primer español en la abadía

Héctor de Andrés Brunete tiene 24 años, nació en Madrid y se crió en Alemania. Este martes [28 de agosto de 2018] se ha incorporado a Heiligenkreuz con el dorsal número 100. Es el primer español que ocupa celda en esta abadía con 885 años de historia sagrada, por cuyos pasillos han pisado Santa Teresa de Calcuta o Benedicto XVI.

No habla con la prensa, porque «es inusual que los novicios concedan entrevistas en este año de formación, oración y discernimiento». Si Dios quiere, sus superiores le ven contento y él lo tiene claro, el año que viene por estas fechas renovará los votos temporalmente. Sólo cinco años después del «sí, quiero», los jefes de la abadía considerarán que está listo para permanecer aquí hasta la muerte. Ser monje no es un pronto.

Frater Leo conoció el monasterio por internet. Llegó con su GPS, se dio una vuelta, entabló amistad con un monje, pasó una temporada de invitado en la hospedería y «se dio cuenta de que había llegado a casa». Después estudió en la Facultad de Teología de este complejo religioso, se hizo postulante y acaba de subir el primer peldaño de la escalera monacal.

A la mística desde la curiosidad

Así de sencillas y sorprendentes son las historias de los monjes del siglo XXI. Jóvenes con más o menos inquietudes religiosas que están buscando algo más y no paran hasta dar con la tecla, aunque el tesoro sea un encierro voluntario a medio camino entre la ascética exigente y la mística celestial.

Johannes Paules Chavanne tiene 35 años y es de Viena. Estudió Derecho, dedicó parte de su juventud a los niños de la India y unas palabras de Juan Pablo II contra la mediocridad le trajeron directamente a esta abadía, a pesar del recelo de sus padres, «que ahora están muy contentos».

Doce años después es sacerdote religioso, enseña Liturgia, juega al tenis y dirige el departamento de Comunicación de Heiligenkreuz. Porque en este monasterio la comunicación es como un carisma particular. «Nosotros somos monjes e hijos del siglo XXI. Queremos hacer llegar el mensaje de Cristo a mucha gente y dar a conocer nuestra comunidad. Si queremos que nos conozcan tenemos que hablar al mundo».

Heiligenkreuz tiene una web (www.stift-heiligenkreuz.org) permanentemente actualizada y casi 24.000 seguidores en Facebook. Desde el plató de la abadía dan vida a un canal de YouTube con más de 5.000 suscriptores y retransmisiones de misas con audiencias que rozan los 50.000 espectadores.

Héctor de Andrés, en el centro, al empezar a explorar su vocación monacal

Mucha gente echa un ojo a estos parajes y cada primer viernes de mes cerca de 200 jóvenes ponen aquí su tienda de campaña. «Nos interesan todos, pero especialmente los que tienen entre 18 y 35 años, que son los que podrían entender nuestro modo de vida, si Dios les llama, aunque todo el mundo es bienvenido», apunta Chavanne.

Una semana de descanso... y vocación fulminante

Kilian Müller, con cara de ejecutivo de la City, Dios le llamó después de estudiar Económicas y Humanidades en Berlín. Sin creer en Dios más de la cuenta, una mañana de 2006, tras navegar por internet, cogió su mochila y se fue a pasar una semana de descanso a esta abadía. Volvió a su casa y a los cinco días se trasladó al monasterio definitivamente. «Nunca había pensado ser cura, y menos, monje, pero me encontré con Dios de una manera tan fuerte que todo fue muy rápido».

Lleva 11 años y con 41 primaveras es el ecónomo de una filial de Heiligenkreuz abierta a pocos kilómetros de la capital alemana. Con otros cinco monjes trata de irradiar este clima burbujeante en Neuzelle, una población de poco más de 4.000 habitantes en la que sólo el 3% son católicos. Esa nueva casa es el tercer hijo de Heiligenkreuz por tierras germanas.

La pionera abadía austriaca tiene bodega, pero está alquilada. No es el típico monasterio anclado en los tópicos del cine. Aquí cada día tiene su afán.

Corpus Christi 2018 en la abadía, con la gente del pueblo

"Runners", moteros, familias, cervecería...

Contemplación y acción: visitas, runners, moteros, familias, un mercado, un college filosófico y teológico, y una cervecería rural en la entrada de las de beberse medio litro, como mínimo.

Pasean los monjes de aquí para allá. Dos orientales bajitos, dos más mayores. A las 12:00 cantan sextas con público. Sandalias con calcetines, calvas, sillerías de coro, vidrieras geométricas, piedras con arte, luces profundas.

Rezar, cantar y 'whatsappear'

Es lunes de sol de agosto y el novicio español está en capilla. Como nombre de religión ha elegido el de san León Magno, «el Papa que peleó contra los de dentro de la Iglesia que convertían en herejías una fe descafeinada».

Le esperan, a partir de ahora, siete ratos diarios de oración, desde las 5:15 de la mañana; clases de Teología, atención a los huéspedes, castidad, pobreza, obediencia, paz, y madurar su decisión. Le aguardan también salmos y música, porque en esta casa se canta en dolby surround: en 2008 sus monjes grabaron con Universal Music un CD de gregoriano -Chant: Music For Paradise- que fue disco de oro en Reino Unido y Alemania, platino en Bélgica y Polonia, y triple platino en la Austria de Mozart, Shubert y Strauss.

Los monjes de Google tienen misales y libros de preces, pero en sus bolsillos también cabe el smartphone. Whatsappean, reciben mails, hablan y frecuentan las redes sociales, aunque son especialistas en ponerse en modo avión cuando toca elevar plegarias. Y la noche es sagrada.

Algunos tienen tarjeta de visita, con sus nombres y sus puestos. Y es que lo de estos hombres enfundados en blanco y negro no son historias mudas entre paredes frías. «Tenemos ganas de contagiar nuestra alegría a un mundo a veces cansado del vaivén, las prioridades desordenadas y el materialismo dependiente», apunta con entusiasmo Kilian.

Un tercio de los que entran por la puerta grande de Heiligenkreuz salen sin ser monjes. Aquí permanecen hasta la tumba sólo los probados que pueden ser felices lejos del mundanal ruido, pero con una especie sobrenatural de 5G [la máxima velocidad de internet].

Profesión de un nuevo monje en 2018 en Heiligenkreuz