Se llamaban Marc y Eddy Verbessem, eran hermanos gemelos y tenían 45 años. Eran sordos de nacimiento. No tenían ningún otro problema grave de salud, pero un día, de repente, les comunicaron que iban a quedarse también ciegos. En Bélgica la eutanasia está permitida en casos de «sufrimiento insoportable», y esto alegaron los gemelos ante su médico de familia, que les denegó la eutanasia, asegurando categoricamente que no pensaba que esta situación fuese «lo que la Ley entiende por ´sufrimiento insoportable´».

Sin embargo, David Dufour, médico del Hospital Universitario de Bruselas, aceptó practicar la eutanasia a Marc y Eddy mediante una inyección letal, que fue llevada a cabo el mes pasado. Dufour ha concedido posteriormente una entrevista a la televisión RTL en la que ha asegurado que los gemelos «estaban muy contentos»: «Fue un alivio ver el fin de su sufrimiento. La separación de sus padres y de su hermano fue serena y hermosa».


Sin embargo, son muchas las sombras en el caso de Marc y Eddy. Desde muchos ámbitos se han levantado voces que argumentan el peligro que supone la legalización de la eutanasia, incluso con aparentes garantías estrictas: «Conduce inevitablemente a los abusos, así como una gradual ampliación de las circunstancias en las que la eutanasia se considera aceptable», advierte la página web LifeSiteNews.com. Buena prueba de ello es que la eutanasia de los hermanos Verbessems se ha producido apenas unos días después de que el Partido Socialista presentase una nueva legislación para permitir la eutanasia en los niños y los pacientes con alzheimer. Actualmente, sólo los mayores de edad pueden elegir recibir la eutanasia.

«Está claro que lo que está ocurriendo en Bélgica es la extensión lógica de la legalización de la eutanasia», ha asegurado Alex Schadenberg, de la Euthanasia Prevention Coalition (Coalición para la Prevención de la Eutanasia) en respuesta a la eutanasia de los gemelos. «Estos hombres no estaban sufriendo, no estaban enfermos, pero se pensaba que estaban mejor muertos», denuncia. «Si es aceptable la eutanasia para un grupo de personas de esta sociedad», ha argumentado, «entonces pronto será aceptable matar a otros grupos de personas».


Wesley Smith, experto en bioética y consultor del Center for Bioethics and Culture argumenta en la misma línea: «En una sociedad moralmente sana, los médicos de la muerte perderían sus licencias y serían juzgado por homicidio», lamenta. «Pero Bélgica ya no se ajusta a esa descripción».

Después de veinte años de su vida dedicados a la defensa de la vida y a la lucha contra la eutanasia asistida, Smith reconoce no estar sorprendido por lo sucedido a los gemelos Verbessems. «Una vez que matar es visto como una respuesta al sufrimiento humano, el significado de la palabra se vuelve muy elástico y el número de personas potencialmente eliminables, al igual que el universo, no deja de ampliarse».

La cruda realidad en Bélgica
En 2011, hubo 1.133 casos de eutanasia en Bélgica, una cifra que ha ido subiendo desde que la práctica fuera legalizada en el año 2002. Sin embargo, los estudios indican un dato peligroso: en realidad, no se informa a las autoridades de casi la mitad de los casos de eutanasia que se practican. De ser cierto, esto situaría la cifra en unos dos mil casos al año.

En un informe publicado a finales del año pasado por el Instituto Europeo de Bioética con sede en Bélgica, se denuncia que los abusos de eutanasia están a la orden en el país, y que la práctica está ya, por desgracia, «trivializada». «Aunque inicialmente fue legalizada bajo condiciones muy estrictas, la eutanasia se ha convertido gradualmente en un acto muy normal y corriente, al que incluso los pacientes consideran ´tener derecho´», decía el informe.

Otros estudios también han encontrado una incidencia alarmantemente alta de eutanasia aun con la ausencia de una petición explícita. En otras palabras, asesinato. Uno de estos estudios averiguó que los médicos a menudo justifican la eutanasia debido a que los pacientes se encontraban en estado de coma o tenían demencia.