Con una carta firmada por Hitler se comenzó a materializar la locura de la ideología nazi. Se trataba del programa Aktion T4 para ahorrar recursos económicos y reducir el número de pacientes considerados incurables en los hospitales. Empezó en enero de 1940 y terminó en agosto del 41.

En declaraciones a la agencia Rome Reports que relata este episodio trágico de la historia, Silvia Cutrera, de la Agenzia per la Vita Indipendente explica que “la Aktion T4 era un programa secreto ideado por Hitler. El objetivo era eliminar a las personas con discapacidad, las personas que eran consideradas un peso para la sociedad”.

Los directores de los hospitales hicieron una lista donde escribían a las personas que según este programa no tenían derecho a vivir. En la lista había enfermos mentales, discapacitados y cualquiera que no pudiera valerse por sí mismo.

En la sede central en Berlín analizaban los datos y decidían qué personas calificaban como “no productivas” y que por tanto tendrían que abandonar el hospital. Eran tantos que surgió un problema logístico y se creó una empresa de transporte con vehículos perfectamente camuflados. Los considerados incurables eran trasladados a viejos hospitales o cárceles abandonadas que habían sido adaptados para poder hacer experimentos con ellos y acabar con su vida.

“Se trasladaba a la gente con la excusa de llevarlas a un sitio donde podrían ser vistos por un especialista, donde podrían tener un tratamiento mejor. A la familia no se le comunicaba este traslado. En realidad, a la familia sólo le llegaba después un comunicado del fallecimiento”, añade Cutrera.

Por ejemplo, en una carta se explicaba a una familia por qué ya no se encontraba en el hospital Ernst Lossa. Un niño de 13 años que, según la carta, fue trasladado por mala conducta y por generar problemas cuando la realidad era muy distinta.

En los nuevos centros, los pacientes eran engañados y se les sometía a un supuesto reconocimiento médico. Después pasaban a otra habitación donde pondrían fin a su vida. Fueron los comienzos de las cámaras de gas, un escándalo que hizo levantar las sospechas sobre todo cuando hubo un escape del primer centro.



“El humo llegó al exterior y las instalaciones estaban muy cerca de la aldea. La gente podía sentir el olor y comenzaron a hacerse preguntas. ¿Qué está sucediendo ahí dentro?”, explica la activista italiana.

La desconfianza se generalizó. Familias enteras escribían a los hospitales preguntando por su hijo, su sobrino, amigos, etc. La sospecha era tal que el mismo obispo de Münster, Von Galen, denunció las desapariciones de pacientes desde el púlpito.

Las protestas y presión social consiguieron cerrar aparentemente el programa Aktion T4 un año y medio después, tras 70.274 personas exterminadas. Aunque se terminó con este programa en agosto de 1941, el personal sanitario siguió practicando esta eutanasia salvaje. Entre ellos, acabaron con la vida de un primo de Benedicto XVI con síndrome de Down. Así lo relataba él mismo en el discurso a un Congreso organizado por el Pontificio Consejo de Pastoral Sanitaria:

"Tenía catorce años y era un poco menor que yo. Era fuerte y mostraba los típicos síntomas del síndrome de Down.

Despertaba simpatía por la sencillez de su inteligencia y su madre, que ya había perdido una hija de muerte prematura, le tenía un gran cariño.

Pero en 1941 se ordenó, por parte de las autoridades del III Reich, que debía ser internado para recibir una mejor asistencia (...).

No teníamos noticia de la campaña de eliminación de disminuidos mentales que había empezado desde finales de los años treinta. Después de un tiempo llegó la noticia de que el niño había muerto de pulmonía y que su cuerpo había sido incinerado.

A partir de ese momento se multiplicaron las noticias de ese tipo".