"Ven Espíritu Santo. 
Sin ti no hay vida que valga la pena. 
Por eso, desde mis dudas, temores, cansancios y debilidades quiero invocarte.

Ven, Espíritu Santo, a regar lo que está seco, ven a fortalecer lo que está débil, ven a sanar lo que está enfermo.
Transfórmame, restáurame, renuévame con tu acción íntima y fecunda. 
Desde mi pequeñez me convierto en mendigo confiado de tu auxilio.
Te suplico que vengas a sanarme del egoísmo, de la comodidad, del individualismo. 
Libérame de las esclavitudes que enfrían el entusiasmo misionero, para que pueda evangelizar con alegría y coraje inagotable.
Amén."