Ha pasado ya mes y medio desde que aquel fatídico 20 de enero el edificio parroquial de La Paloma, en Madrid, saltara por los aires debido a una explosión de gas dejando cuatro fallecidos, entre ellos Rubén Pérez, un joven sacerdote ordenado justamente siete meses antes.

El Juzgado número 35 de Madrid ha cerrado ya la investigación excluyendo cualquier responsabilidad de los sacerdotes o de la parroquia alegando que la "etiología" de la explosión fue "accidental", sin que "haya podido esclarecerse otra causalidad distinta, habiendo sido provocada la explosión por un escape de gas natural, que se desarrolló de forma lenta, continuada y prolongada en el tiempo".

El escape, según constaba en el informe policial, se situó entre la primera caldera del edificio y la acometida de suministro, sin que "las posibles irregularidades administrativas o de la instalación" hayan influido en la causa de la explosión, indica el auto.

Las imágenes de la explosión dieron la vuelta al mundo, al igual que el testimonio ofrecido por la familia de los fallecidos y los propios sacerdotes. Uno de ellos es el padre Alejandro Aravena, párroco in solidum de la parroquia de La Paloma y que en el programa La Sal de la Tierra de Radio María ha hablado de cómo se encuentran las cosas unas semanas después de un suceso que les ha cambiado la vida.

El padre Aravena debía estar junto al padre Rubén en el momento de la explosión, pero justo un rato antes tuvo que salir de la parroquia para recoger una compra por lo que a la vuelta se encontró ya con el edificio destrozado.

Este sacerdote vivía con el fallecido padre Rubén y el padre Matías, que salió milagrosamente ileso y quedó atrapado en la quinta planta del edificio. Mes y medio después de la explosión, Alejandro explica que “la oración es la que nos ha sostenido”.

“Somos de carne y hueso, pero la fuerza que nos ha dado el Señor ha sido tremenda. Cuando acontece un suceso que te desborda, te da también una fe en esa medida, que también te desborda”, agrega.

Alejandro confiesa que en el barrio mucha gente le para a él y a Gabriel, el párroco, para animarles, apoyarles y decirles que rezan por ellos. Y lo mismo ocurre con personas de todo el mundo que se han solidarizado con esta parroquia tan misionera y evangelizadora.

Por otro lado, este sacerdote perteneciente al Camino Neocatecumenal cuenta que han estado estas semanas con las familias de los dos parroquianos fallecidos, el padre Rubén y David, joven padre de familia.

“Estuvimos rezando con las familias a la semana siguiente del entierro y nos ayudaba verlas sostenidas. ‘Yo te doy gracias Señor porque en este acontecimiento no he dudado de tu amor’, decía el padre de Rubén cuando rezábamos con ellos. A mí se me saltaban las lágrimas. Era lo que vivía”, indica.

También han estado con Sara, viuda joven y con cuatro niños pequeños: “Ella está bien dentro de todo el dolor, como es obvio. Está en pie intentando digerir toda esta situación, viendo también que Dios te da la fe”.

De este modo, el párroco in solidum de La Paloma recalca que “el sufrimientos nos toca a todos, también a los cristianos. La fe no es para vivir mejor en esta tierra, sino que nos da la vida inmortal en el corazón. Y cuando el sufrimiento te toca, acogerlo, no rechazarlo y a partir de ahí Dios lo va transformando en vida”.

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