Acompañar a las personas solas, en su mayoría ancianas, no debería ser solo labor de Cáritas, o de Pastoral de la Salud. “Se trata de que toda la comunidad parroquial como tal esté atenta a esta necesidad y le dé respuesta, igual que los primeros cristianos atendían a las viudas”. Manolo Barahona, párroco de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, en Madrid, a la periodista María Martínez López, .
 
En esta parroquia, situada en la avenida de Pío XII, “no se ve una gran necesidad económica, salvo la atención a los inmigrantes. Pero lo que sí hay es mucha gente mayor que vive sola, muchas veces en chalets, y no sale de casa para nada”. Por eso, ya están dando los primeros pasos para poner en marcha el proyecto “Vecinos y Amigos”.
 
La idea surgió, recuerda el párroco, cuando empezaron a ver que algunas personas iban a Misa acompañadas por alguna amiga o vecina. Originalmente, él mismo lo planteó como parte de la labor de Cáritas. “Pero los mismos miembros del equipo me convencieron de no darle ese enfoque”, sino más bien implicar a toda la parroquia.
 
La iniciativa está en fase de lanzamiento: durante las últimas semanas, en las misas, se está pidiendo a los feligreses información sobre personas que conozcan que pudieran necesitar un par de horas de compañía una vez a la semana. Ya cuentan además con un pequeño grupo de voluntarios, que contarán con contrato y seguro. Cuando haya personas solicitantes, los voluntarios empezarán a visitarlos de dos en dos, para estar con ellos en casa, sacarlos a pasear o llevarlos a la iglesia.
 
Eso sí, se pide constancia: “Es importante crear un vínculo con ellos, y darle continuidad con un día y una hora fija”. Habla Pablo, miembro del equipo de coordinación y con experiencia como voluntario en Amigos de los Mayores. Desde hace cuatro años visita a Pura, una señora de 91 años que vive sola.
 
“La recojo, vamos a por su hermana Faustina, que no está lejos, y damos un paseo los tres”. Entre los tres hay mucha cercanía, aunque “los comienzos fueron nefastos. Nada más llegar, me dijo: ‘Yo quiero que venga una mujer. Pero ya que has venido, quédate hoy’. Esa tarde, me contó toda la historia de su familia durante la Guerra civil. Al despedirme, le pregunté: ‘Entonces, ¿no quieres que vuelva otro día’. ‘Bueno, sí”.
 
Ni Pura ni su hermana tienen hijos. Ella es viuda, y Faustina soltera. “Tienen un sobrino que está bastante pendiente de ellas, pero vive en Vigo –explica Comino–. Y hay otras sobrinas, pero con ellas tienen menos relación. No hablan mucho de ellas, ni para bien ni para mal”.
 
La diferencia entre las hermanas, una viuda y otra soltera, se nota: “Pura suele hablar de lo que echa de menos a su marido, mientras que Faustina cuenta más cosas de su trabajo en el taller textil de la familia”. Eso sí, en ningún caso se trata de personas deprimidas o encerradas. “Las dos son muy activas, pero a Pura le cuesta andar. Los días son muy largos, y ese paseo del fin de semana las anima mucho”.
 
Vecinos y Amigos es solo una de las múltiples respuestas que desde la Iglesia se está dando al problema de la soledad. Otras parroquias madrileñas, como Santa María de la Esperanza, tiene una larga experiencia en este ámbito, pues la mayoría de personas a las que atiende su equipo de Pastoral de la Salud sufren además un problema de soledad. Y la necesidad es cada vez más urgente: “Si tuviera a cien voluntarios, los tendría a todos ocupados”, asegura Pepa Setién, su coordinadora.