El pasado lunes, festividad de San José, se celebró el Día del Seminario, una gran ocasión para conocer a los jóvenes que han emprendido la aventura hacia el sacerdocio para que muchos puedan eliminar ciertos prejuicios sobre ellos.

Uno de estos seminaristas es Martín Rodajo Morales, estudiante del Seminario Conciliar de Madrid, un joven que un día decidió dejar su trabajo y un proyecto de vida familiar para entregarse por entero a Cristo.

Este madrileño cuenta al diario 20 Minutos que tuvo una vida “normal”, tuvo novia bastante tiempo mientras estudiaba Periodismo y Derecho y posteriormente encontró un trabajo en su ámbito.


Era feliz, tenía aparentemente todo con lo que soñaba pero a los 25 años volvió a él la vocación al sacerdocio que ya había sentido siendo niño. “Una amiga se metió a monja y ese acontecimiento generó en mí el recuerdo de aquella inquietud infantil y volvió con mucha radicalidad”, cuenta.

Fue entonces cuando se planteó “seriamente” la posibilidad de entrar al Seminario. Pero su primera respuesta era negativa porque “significaba dejar atrás una serie de cosas que no me apetecía dejar”.


Al final la vocación pudo más y Martín tiene claro que “lo que ganas es mucho más de lo que pierdes” y que en estos momentos es “absolutamente feliz”. “Llegó el momento en el que tuve que echar las cuentas con Dios y dar un paso para adelante o para atrás. En esa lucha, el 'no' me dejaba bastante insatisfecho, entonces pedí ayuda a un sacerdote que me ayudara a discernir", confiesa.

Martín ya tenía una vida de fe intensa: participaba en la misa dominical y en las actividades juveniles de la parroquia, además de ser catequista. Pero le costó dar el paso, sus padres y sus amigos no se lo esperaban. Siempre estudió en un colegio público y en casa sus padres son gente de fe, pero se habían hecho a la idea de que su vida iba a ir por otro sitio. "La vocación de un hijo y cómo viven los padres esa vocación no siempre va en paralelo. Y poco a poco tomé la decisión de hacer el curso introductorio".