La Asociación Católica Nacional de Propagandistas, institución de católicos con fines de apostolado seglar cuyo primer presidente fue Angel Herrera Oria, perdió entre 1936 y 1939, 81 miembros víctimas de la represión, señala Cristina Barreiro en el diario La Razón.

Con cerca de 500 integrantes al comenzar la guerra, estos datos convierten a los propagandistas en la agrupación estadísticamente más duramente castigada en el conflicto: uno de cada seis propagandistas fueron asesinados.

Durante la Segunda República los propagandistas habían conseguido convertirse en la organización de apostolado seglar más destacada de España. Pero iban a pagarlo.

Entre las víctimas de la violencia frentepopulista, nos encontramos nombres como el de los propagandistas Federico Salmón Amorín, José Palma Campos, Rafael Vinader o Felipe Manzano, todos ellos con responsabilidades en la militancia católica.

El propagandista Felipe Manzano, cuyo cadáver apareció en la carretera de Torrelodones-Valdemorillo, en septiembre de 1936

En julio de 1936 la Asociación Católica de Propagandistas estaba presidida por el ingeniero agrónomo y antiguo presidente de la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos, Fernando Martín Sánchez-Juliá.

Era el principal núcleo integrador del movimiento católico español, con un fuerte peso en la vida intelectual del país y una clara ascendencia sobre el corporativismo político que por aquellos días se había articulado en torno a los hombres de la CEDA.

La ACDP contaba en ese momento con veinticinco centros repartidos por toda la península. Los que se encontraban en zona en la que triunfó la sublevación pudieron mantener, en cierta medida, su actividad apostólica aunque vieron muy reducida la concurrencia a sus círculos de estudio debido a la incorporación a filas de muchos de sus miembros. Pero, ¿qué ocurrió con aquellos situados en localidades afectas al Frente Popular?

Un primer recorrido por la historia de los mismos nos lleva a afirmar que prácticamente en su totalidad fueron saqueados o sufrieron destrozos.

El de Madrid, situado en la calle Alfonso XI -en el mismo edificio en el que se encontraba la redacción del diario “El Debate” y el matutino “Ya”- fue inmediatamente ocupado por elementos radicales de la izquierda, en concreto del Partido Comunista.

En el resto de los centros situados en zona republicana, el proceso fue muy similar: se procedió a la incautación de toda la prensa católica, de los locales de la ACDP y a la persecución de sus miembros.

Especialmente violenta resultó la represión contra los propagandistas en Valencia –fusilamiento de José Manuel de Castells- así como la cometida en los demás centros de Levante y del sur de la península.

Enrique Albors, que había sido secretario del centro de Alcoy, ingresó en una checa de la localidad hasta que por intermediación de sus propios trabajadores, fue puesto en libertad. Sin embargo, volverá a ser trasladado, en este caso a la Modelo de Valencia y en ella permanecerá durante largos meses.

Peor suerte corrieron el propagandista del Centro de Barcelona, Antonio María de Febrer, el antiguo Subsecretario de comunicaciones y obras públicas durante el bienio radical-cedista, Francisco Javier Bosch o el veterano propagandista del Centro de Oviedo, Gonzalo Meras, fusilado en 1937. Son sólo algunos ejemplos.

Ante este panorama, muchos propagandistas decidieron tratar de refugiarse en territorio nacional. Conocemos casos de propagandistas que tuvieron que sortear todo tipo de dificultades hasta conseguir llegar a zona franquista.

Es el caso de Alberto Martín Artajo, refugiado durante siete meses en la Embajada de México, Francisco de Luis, quien consiguió asilo en la Embajada de Argentina o Máximo Cuervo Radigales, liberado después de permanecer siete meses entre las cárceles General Porlier y Modelo, y que tras pasar a la España nacional, se incorporó a la Secretaría de Guerra del Gobierno de Burgos.

Todos ellos llegarán a ocupar puestos de responsabilidad política en los posteriores Gobiernos de Franco. Mencionar también que la esposa de Máximo Cuervo, fue detenida en marzo de 1938 y canjeada junto a sus hijos, en uno de los últimos intercambios particulares que ambos gobiernos aprobaron ya en la recta final de la guerra.

Tendríamos muchos más ejemplos, como el del propio Martín-Sánchez que tuvo que pasar por situaciones extremas hasta entrar, desde Santander donde se encontraba al comienzo de la guerra, en el San Sebastián nacional.

Pero también fueron numerosos los propagandistas que no consiguieron salir de zona republicana. Es el caso de Alfredo Sanchez Bella o el entonces todavía propagandista Rafael Calvo Serer. La situación del líder de la Derecha Regional Valenciana (integrada en la CEDA) y director del “Diario de Valencia”, Luis Lucia, tampoco resultó fácil: permaneció varios meses oculto en el Maestrazgo hasta que fue detenido por un grupo anarquista.

Pasó dos años en la cárcel por su condición de católico aunque lo cierto es que en este caso, su posición en la España franquista no resultó sencilla.

Condenado a muerte aunque posteriormente conmutada su pena, estuvo tras la guerra, dos años en prisión y falleció poco después.