El caso de la desaparición y asesinato de la joven Diana Quer ha sido uno de los más mediáticos en el último año y medio. Con la detención del asesino confeso se pudo encontrar finalmente su cuerpo, que fue enterrado la pasada semana en la intimidad por parte de la familia. Pero este miércoles se celebró el funeral en la iglesia de Santa María de Caná de Pozuelo de Alarcón, en la que no cabía ni un alfiler.

La celebración estuvo presidida por el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y asistieron numerosos representantes políticos y policiales, como la presidenta de la Comunidad de Madrid o el director de la Guardia Civil, entre otros.


Dirigiéndose a los padres de Diana Quer y a su hermana, el cardenal les recordó que “vivimos y morimos para el Señor” y retrató a la joven con tres palabras encaminadas al consuelo: amor, sabiduría y silencio.


Los padres de Diana llegaron a la parroquia de Caná, donde les esperaban una multitud de periodistas


El párroco de Caná, Jesús Higueras contó lo que le había dicho Diana López-Pinel, madre de la menor asesinada, antes de comenzar el funeral: “Mi hija ha sido elegida por Dios para cumplir una tarea y dar un mensaje”.

“Ponemos a Diana en manos del Señor”, dijo Osoro, que también reconoció el enorme sufrimiento que ha vivido la familia todo este tiempo, “acontecimientos que en la lógica humana son absurdos y tremendos”.




Cerca del altar había un retrato de Diana sobre un manto rojo, acompañado únicamente sobre un sencillo ramo de flores. Según informa ABC, los momentos más emotivos se produjeron con la lectura de la carta de San Pablo a los Corintios, la interpretación del Ave María y la conclusión en la que se escuchó “la muerte no es el final”.

Además de las autoridades políticas y los agentes que lograron resolver el caso, estaban también en el templo las familias de otras niños o jóvenes desaparecidos o asesinados, como los padres de la niña Mari Luz Cortés o Marta del Castillo, cuyos cuerpos no han sido todavía encontrados o la madre de Ruth y José, niños asesinados por José Bretón, su padre, en Córdoba.