Este martes la comunidad carmelita del convento zaragozano de Maluenda vivió una doble celebración. Por un lado la fiesta de Santa Teresa de Ávila, reformadora del Carmelo, y por otro la profesión de votos temporales de la hermana Fátima María del Niño Jesús.

Esta joven natural de Yurimaguas (Perú) explica en una entrevista en Iglesia en Aragón que sintió la vocación mientras estudiaba Magisterio. “En el primer curso escuché la llamada del Señor que me invitaba a seguirle y aunque pensaba en mis padres y mis siete hermanos menores, y con un poquito de pena, sentí más grande la llamada del Señor y confiando en su Providencia, lo dejé todo para encontrarme con Dios. Quería ser religiosa y el Señor me guió para que contactara con las Madres Carmelitas descalzas de San José de Maluenda, en Zaragoza. Allí se necesitaban vocaciones y me sentí atraída por esta comunidad de vida contemplativa para, desde allí, seguir la misión de ofrecerme por los sacerdotes, misioneros y el mundo en general”.

En estos momentos esta joven tiene 21 años y asegura que sus padres fueron en buena parte “causantes” de su vocación. De hecho, afirma que “diría que fueron ellos sin saberlo los que con su ejemplo cultivaron en mí el deseo de Dios, ayudaron a que me consagrara al Señor y como soy feliz y me lo notan cuando converso con ellos, también ellos son felices”.

El ejemplo de Santa Teresa

Acerca de su profesión de votos temporales la joven hermana asegura estar feliz porque “el Señor me sigue dando la fortaleza necesaria y su gracia para que dé este paso en mi vida religiosa. Estoy muy agradecida a mi querida comunidad por el cariño y por la oportunidad que me dan de que siga fiel a mi vocación. Cada día siento que con su alegría y testimonio me ayudan a seguir al Señor”.

Sobre la fecha tan especial de esta profesión, la hermana Fátima María considera que “consagrarme este día tan extraordinario para una carmelita descalza es muy importante. Siento que ella –Santa Teresa de Jesús- me tiene que ayudar a ser santa una santa carmelita, igual que lo fue ella”.

La joven religiosa afirma convencida que “nunca dudé de mi vocación, gracias a Dios”, que asegura que eligió la Orden del Carmelo porque fue el Señor quien le indicó que eligiera “el palomar de su Santísima Madre”.

La libertad y paz que hay entre rejas

Para una carmelita no existen rejas ni muros, su oración traspasa los cielos y su parroquia es el mundo entero desde el silencio, la pobreza  y la sencillez”, agrega.

Dirigiéndose a jóvenes que tengan cierta inquietud, la hermana Fátima María afirma haber encontrado en la vida contemplativa “la verdadera alegría de sentirse amada por Dios”. Y por ello destaca que “hay entre las rejas más libertad y verdadera paz que la que da el mundo”.

“Les diría a los jóvenes que busquen la alegría que no termina nunca, la fuente de la vida que es Dios porque nunca se agota. El resto de cosas cansan, no duran y son pasajeras, y en el corazón de una carmelita tienen cabida en su oración diaria todos: jóvenes, ancianos, los que sufren…, que sepan todos que nadie está solo”.