Muchos conventos y monasterios españoles subsisten gracias a las ventas de productos artesanales de primera calidad. Numerosas monjas realizan mazapán y otras serie de dulces y delicias gastronómicas. Y sin esos ingresos estas comunidades no podrían mantenerse.

Para ayudar precisamente a mantener estas comunidades nació PanemNuestro.es, una tienda que vende los productos realizados por monjas y monjes de toda España ampliando así sus ventas y llevando al consumidor productos de primera calidad con cuya compra además sostienen la vida monástica.


Cuando pensamos en los productos monásticos rápidamente la mente y el paladar se van a los dulces pero hay un mundo más allá: quesos, vinos, cervezas, vinagres, licores, hornazos, aceites, patés…

Desde queso realizado por monjes cistercienses de Cobreces a patés de las carmelitas samaritanas de Valdediós. La gama de estos productos “gourmet” por su delicada elaboración y el amor con el que están hechas es enorme y rompen así el mito de que en los conventos y monasterios sólo se hacen dulces.


PanemNuestro.es también tiene sede física en la calle Jacinto Benavente, 10 de Villanueva de la Cañada (Madrid)


Desde PanemNuestro.es consiguen conectar a conventos de distintas partes de España especializados en algún producto con consumidores de la otra punta de España. Para ello, Ana María Muñoz, creadora de esta iniciativa, ha estado dos años recorriendo comunidades religiosas de todo el país. “Ahora después de casi dos años viajando por España y conociéndolas he muchas amigas. Su dulzura y alegría es lo que me mantiene en la dura lucha del día para sacar este proyecto adelante”, contaba a Religión en Libertad.

Para saber cómo surgió esta tienda que tiene sede física en la localidad madrileña de Villanueva de la Cañada pero que sobre todo aporta la importancia de la venta a través de internet en la página PanemNuestro.es, hay que remontarse a una experiencia personal de Ana María.


 “Hace unos mi hija años fue en misión a Chile. Para financiar el viaje  de los jóvenes se planteó contactar con las monjas de diversos conventos con objeto de vender sus pastas y me presté a colaborar”, recuerda.

“En esos días me encontré con una triste realidad. Muchos conventos tenían una penuria material mucho más allá de lo deseado. No conseguían ingresar lo suficiente para mantenerse y en algunos casos se ven obligados a recurrir a los bancos de alimentos. Ante esa penosa situación se me metió en la cabeza que tenía que hacer algo por ellas y así surgió el proceso”.