Este sábado, el cardenal Ricardo Blázquez cumple sus bodas de oro sacerdotales como arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española. Y es el momento de hacer repaso a su vida pero también a los desafíos a los que se enfrenta.

De este modo, tal y como recoge Alfa y Omega, durante un encuentro con los medios de comunicación, prelado afirmaba que “nosotros deseamos que la fe sea libre. La fe no puede ser impuesta. Tiene que ser libre. Ni imposición fanática ni laicismo, que de manera sutil, y también beligerante, quiere cortar la libertad de las personas para que vivan como cristianos”. Según él, así debe ser un Estado aconfesional.

El acercar a los jóvenes a la Iglesia es uno de los grandes retos a los que se enfrenta. “Hoy nos cuesta más trabajo conectar” con ellos, admite el cardenal,  y por ello ha valorado muy positivamente el Sínodo convocado por el Papa para el próximo año centrado en los jóvenes. “Queremos estar cerca de los jóvenes y que sientan a la Iglesia como su familia de la fe, que se esfuerza para comprenderlos y por soñar con sus esperanzas, que encuentren en la Iglesia un hogar para su vida”.


Haciendo memoria de acontecimientos concretos que vivió como obispo, Blázquez recuerda especialmente el secuestro y asesinato del concejal Miguel Ángel Blanco por parte de ETA. “Fueron días terribles”, indica el cardenal, entonces obispo de Bilbao. Él mismo acompañó  ala familia en el Hospital de Aránzazu: “la familia estaba destrozada, como todos estábamos destrozados”.


Millones de personas salieron a las calles para rebelarse contra el terrorismo tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco

Ese momento fue clave en la lucha contra ETA porque hasta esa fecha nunca había habido manifestaciones tan multitudinarias contra los terroristas. “La sociedad dijo basta”, cuenta el prelado, que añade que “ese acontecimiento fue de los que marcaron un cambio radical en tantas personas que a lo mejor podían estar más distraídas sobre el alcance de este fenómeno”.

Aunque en lo que a él se refiere, nunca tuvo duda de que su lugar estaba cerca de las personas “acosadas por el terrorismo”… “Siempre he tenido presente que mi cercanía tenía que ser lo más íntima posible”, igual que importantes también entendía que eran los pronunciamientos público “para desenmascarar los posibles subterfugios y pretextos que podían circular para justificar el terrorismo. Había que desenmascararlo".

Doy gracias a Dios –dice al concluir el repaso de este capítulo– porque en ningún momento he actuado en contra de mi conciencia”.