La diócesis de Almería ha anunciado una fecha histórica para sus fieles pues el próximo 25 de marzo el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, beatificará en el Palacio de Congresos de Aguadulce de la ciudad de Almería a 115 mártires de la persecución religiosa que se produjo durante la Guerra Civil Española.

La causa está encabezada por el deán José Álvarez-Benavides y de la Torre y sus 114 compañeros mártires que se dividen en 95 sacerdotes, 20 laicos y 2 mujeres, una de ellas la primera mujer mártir de etnia gitana. Todos fueron asesinados por odio a la fe entre julio de 1936 y enero de 1939.


El obispo de Almería Adolfo González Montes destacó entre todos la figura de Emilia Fernández Rodríguez, mujer gitana de 24 años, analfabeta y conocida como “la canastera de Tíjola”.

Según informa Aciprensa, la localidad de Tíjola, Almería (España) era zona republicana y se cerró la iglesia. Los milicianos entraron en el pueblo buscando hombres para que se alistaran forzados a la guerra y reclutaron a su esposo, Juan Cortés. Intentan evitar que vaya a la guerra pero les descubren y van ambos son enviados a la cárcel.

A pesar de que Emilia estaba embarazada no tuvieron consideración con ella, por lo que le daban la misma ración de comida que a las demás reclusas que siempre era insuficiente. La joven comienza a trabar amistad con Dolores del Olmo.

Después de algún tiempo, Emilia pidió a Dolores que la enseñara a rezar y hacer la señal de la cruz, memorizó el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria, y en las letanías del rosario en latín repetía “Ora pro nobis”.


La directora de la cárcel, Pilar Salmerón, supo que Emilia había comenzado a rezar y quiso que delatara a su catequista, le ofrecieron dejarla libre si delataba a la catequista que le había enseñado a rezar el rosario. Sin embargo, Emilia no quiso traicionar a quien le enseñó la fe y fue castigada en una celda de aislamiento.

Dio a luz en la cárcel y su catequista bautizó a la pequeña con el nombre de Ángeles, Emilia murió, agarrando su rosario, pocos días después al no ser atendida. La Iglesia considera que fue mártir porque fue castigada dejándola morir, habiendo podido ser liberada si renegaba de su fe y si traicionaba a quien le enseñó a rezar.

Fue enterrada en una fosa común en el cementerio de Almería.