Ana María Muñoz, promotora de la tienda de productos monásticos PanemNuestro.es, explica a ReL algunas características de la economía de los conventos de clausura que dependen de la repostería y los dulces.

Los conventos en ciudades grandes o medianas venden sus dulces en el torno con cierta regularidad, los clientes van pasando.

Pero los conventos en pueblos venden muy poco en su torno o puerta. Han de vender por encargo, a través de tiendas y distribuidoras como PanemNuestro.es, y las Navidades son la clave para mantenerse todo el año. 

Esto se da no solo con la repostería, sino con otros artículos de regalo, pero en la repostería navideña, como el mazapán o los polvorones o turrones, se nota más.

"Los conventos de los pueblos que apenas venden por torno nos dicen que los productos navideños son el 80% de sus ingresos anuales. Muchos han de conseguir ahora los ingresos necesarios para mantenerse todo el año", explica Ana María Muñoz. 

Muñoz explica con cierta crudeza la situación de algunos monasterios rurales poniendo un ejemplo.

"Esta semana hemos visitado a las Carmelitas descalzas de Consuegra, Toledo. Nos hacen el más maravilloso mazapán que existe. Se me cayó el alma a los pies. Los únicos ingresos que tienen son dos pequeñas pensiones de dos hermanas muy mayores y las limosnas de la misa del domingo. El estado les exige que paguen autónomos, pero es imposible, ¿de dónde? Si no les llega ni para lo más básico, son diez. Hablas con ellas y su mayor preocupación son las goteras de la iglesia, no ellas mismas. Es tremendo. Y pasa en muchos conventos: lo poco que reciben las hermanas mayores de pensiones no contributivas se gasta en pagar los autónomos de las "jóvenes". Si para un profesional es un hándicap importante pagar autónomos, imaginemos una comunidad de monjitas sin ingresos".



Con Internet y las tiendas on-line las cosas pueden mejorar, en cuanto distribuidoras como PanemNuestro.es ayudan a hacer llegar los mazapanes y otros dulces al público, especialmente al acercarse las Navidades, que es la temporada alta de la que vivirán muchos conventos. Para ello, animan al público a pedir el dulce artesano y monástico, y no comprar compulsivamente el dulce industrial que se encuentra con facilidad en el supermercado.