Después de un breve periodo en un diario previo que se hundió, el semanario católico Alfa y Omega (www.alfayomega.es), ligado al arzobispado de Madrid, encontró su lugar el 9 de diciembre de 1995 encartado en el diario ABC, primero en la región de Madrid, y después, desde el año 2000, en toda España, con unos cien mil ejemplares. De eso hace ya mil números, y este jueves 17 de noviembre la publicación lo ha celebrado con un número especial recordando su historia. 

Desde el principio su objetivo fue "informar sobre los principales acontecimientos eclesiales, pero sin dirigirse a un público especializado. El mayor reto era más bien ofrecer una mirada católica de toda la realidad y mostrar las mil y una formas en que el Evangelio se encarna en nuestro tiempo, haciéndose prójimo de la mujer y el hombre de hoy".

«Quisiéramos llegar a muchos que buscan sinceramente a Dios, y a otros que quizás no le buscan, pero que se llenarían de alegría si lo encontraran», se leía en su primer editorial. La primera portada planteaba una pregunta a artistas del cine y la televisión: «Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?». Sería un leit-motiv: ¿quién es Jesús? 


  El equipo actual de Alfa y Omega, ante su sede, en el centro histórico de Madrid


Hoy sus responsables y redactores mantienen esa motivación y hablan de ella. Uno de sus periodistas, Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo, dice, citando a Benedicto XVI, «si no damos a Dios, damos demasiado poco... ¡esto también vale para los periodistas del gremio! Catorce años después me maravilla cómo la gracia se derrama sobre nuestras sombras, y cómo Jesús se hace papel para llegar hasta el lector". 

María Martínez, otra de las redactoras, explica: "Mi trabajo me permite nutrirme cada día de la vida de la Iglesia, de la amplitud y profundidad de su doctrina, del testimonio de tantas vidas entregadas en la calle de al lado o en la última isla del Pacífico, del tesoro de sus santos conocidos y anónimos".

Otra compañera, Cristina Sánchez, añade: "Yo quisiera que la contraportada de un misionero perdido en una isla de Vanuatu que evangeliza entre tribus hasta hace poco antropófagas sea tan atrayente que el lector quiera saber por qué ese hombre hace semejante locura. Y ahí, entre esas líneas, que el lector se encuentre con Dios."


 Miguel Ángel Velasco, director de Alfa y Omega durante más de dos décadas, muestra a Juan Pablo II un volumen del semanario en 2002


Miguel Ángel Velasco, que dejó de ser director de Alfa y Omega en 2014 después de capitanearlo durante 878 números y dos décadas, considera en su artículo sobre esta celebración que el mundo no ha cambiado demasiado en este tiempo, al menos en lo que se refiere a su desorientación vital. 

"En el comentario editorial del primero de estos mil números, Alfa y Omega proclamaba su compromiso y su deseo de ser un servicio a la Iglesia, pero también al hombre y a la sociedad de nuestro tiempo. Si entonces podía escribir, con toda razón: «Vivimos en un mundo confuso y desorientado, que casi no distingue entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal, y que busca ansiosamente razones para la esperanza y para la vida», hoy, más de veinte años después, aquellas palabras son una todavía más insuperable definición de la realidad actual, y cuando se ha globalizado no ya el miedo, sino el pánico a la verdad, si no existiera Alfa y Omega habría que volver a inventarlo", escribe Velasco. 

"De manera muy especial, en una sociedad tan cutremente crispada como la española, cultural y educativamente desvalida y desasistida, y por tanto, moralmente al pairo y al albur de todas las miserables dictaduras del relativismo, se hace no ya necesaria sino imprescindible una voz serena, equilibrada, sensata que, desde el esplendor de la Verdad, –«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida»– llame e invite al encuentro y no al desencuentro, al sentido común, a la convivencia, y enseñe cómo, desde la esperanza que no defrauda, es posible lograrlo".




El director actual, Ricardo Benjumea, escribe: "Entre idas y venidas, he visto cambiar muchos nombres y muchas caras, pero rara vez faltó esa ilusión capaz de soñar siempre con un «más difícil todavía». Y de aguantar los desengaños y las frustraciones, que también los ha habido en este tiempo. A todos, a los que estuvieron y a los que están, a los que en algún momento han formado parte de una u otra forma de esta familia –de forma muy especial las personas que nos leyeron y que nos leen–, gracias, mil gracias. ¡Y que cumplamos muchos más!"