Aquí, junto a este torno de madera que se pone en marcha tras un Ave María Purísima, hay un cartel que anuncia el vino de misa a cuatro euros, las lenguas de gato a 3,55; los almendraditos, por 4,25. Y al lado, pegadito, un cartel que advierte: «Ahora se admiten pagos y donativos con tarjeta». Con tarjeta. Porque toda ayuda es poca. Porque cada contribución sirve. Porque hacen falta apoyos para garantizar el futuro de la congregación.


Son, también ellas, víctimas de la burbuja inmobiliaria. Atrapadas, como tantas familias, por la presión de las entidades bancarias. Amenazadas con el desahucio ante la imposibilidad de saldar una deuda. Con el miedo a quedarse sin hogar. Las Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús han lanzado una llamada de ayuda para garantizar su continuidad en Valladolid, provincia en la que han permanecido durante los últimos cuatro siglos. Y en la que quieren continuar.


Pero se les agota el tiempo. Las treinta religiosas que componen la comunidad necesitan hallar un monasterio, una residencia, unas instalaciones, en fin, donde hospedarse. El banco les obliga a abandonar el inmueble que, desde 2005, ocupan en el Paseo de Filipinos.


La entidad bancaria aceptó este edificio –y el convento de San José, de Medina de Rioseco– como moneda de cambio por la dación en pago, la condonación del préstamo que las hermanas arrastraban desde hace diez años. «Ahora, por no tener, no tenemos ni deuda. Es liberador, no debemos nada, pero también un problema porque tampoco tenemos nada. Necesitamos un lugar a donde ir», explica la madre Olga María del Redentor, que es además bloguera de Religión en Libertad. Y no hay mucho margen.


La mayor parte de las monjas de este monasterio son jóvenes


El banco apremiará dentro de poco para que las monjas abandonen el que durante el último decenio ha sido su hogar. De momento, les ha concedido un pequeño margen de tiempo para permanecer en Filipinos sin pagar renta. Después, tienen la posibilidad de quedarse si abonan un alquiler. «Pero la cantidad que piden es tan desorbitada que está claro que quieren que nos vayamos», aseguran.


Así que, la congregación busca nuevo emplazamiento.
«Tenemos el cielo y la tierra, pero nada más», dice la madre Olga desde el otro lado de la reja del locutorio bajo, en una de tantas sillas de madera con asiento de cuero.


Las carmelitas han lanzado un SOS para quedarse en Valladolid. Disponen de ofertas para marcharse a Córdoba o Valencia, pero quieren permanecer en la diócesis, continuar en la ciudad del Sagrado Corazón, para la que trabajan desde el año 1608. Y necesitan un lugar para ello. Con urgencia. El 19 de marzo les gustaría tener resuelto su destino. Así que piden ayuda. La contribución de una persona, una entidad, una administración que les ceda de forma gratuita un lugar para hospedarse, vivir y trabajar.  


«Y el problema es que no vale cualquier sitio. Ojalá que nos bastara con un par de pisos unidos», indica la madre Olga. «Somos treinta hermanas, así que no cabemos en cualquier espacio. Necesitamos un lugar donde dormir (son celdas individuales), un comedor, un salón de trabajo, la lavandería, una capilla donde rezar. Y también salas para nuestro trabajo».


El vicario general de la diócesis, Luis Argüello, explica que el Arzobispado ya ha tanteado diversas posibilidades. Está, por ejemplo, un convento en Nava del Rey. También el antiguo monasterio de Santa Catalina, «aunque se trata de un espacio protegido con pocas posibilidades». Hasta ahora, la alternativa con más visos de prosperar es la del antiguo seminario de los Oblatos, en Laguna de Duero. El arzobispado ha encargado a un arquitecto y un aparejador el estudio de este inmueble para fijar el presupuesto de cuánto costaría la restauración. El problema, claro, es el dinero. Las carmelitas se temen que la obra pueda requerir una inversión desproporcionada: arreglar el tejado, las ventanas, la instalación eléctrica. «Es mucho dinero y no queremos volver a endeudarnos», comenta la superiora de la comunidad. «Agradecemos muchísimo la oferta, pero parece complicado».

Argüello apunta que una opción sería encontrar ayuda económica para acometer esta obra: empresas con la intención de colaborar con su trabajo. «Tal vez alguien dispuesto a poner azulejos, los radiadores en cuatro cuartos. Ese tipo de cosas», explica el vicario general. La otra opción es seguir buscando.


«Dios está en todas partes; si no es posible, iremos donde nos lleve. Pero nos gustaría continuar en Valladolid». Recuerda la madre Olga que el convento lleva más de 400 años en la diócesis. Que esta es la ciudad del Corazón de Jesús, «y nuestra carisma y vivencias están en torno a esa espiritualidad». Que Valladolid es la ciudad de la Gran Promesa, «y eso es algo que queremos vivir y anunciar».

«Queremos seguir en Valladolid, pero no ser una carga, un lastre o una rémora para la ciudad».

«No nos gusta ir por la vida llorando y quejándonos. Sabemos que la gente está harta. Que la situación es muy difícil para todos...».

Los ingresos actuales de la comunidad proceden, sobre todo, de la venta de formas para la Eucaristía, que venden para diversas diócesis.También bordan, preparan fofuchas, disponen de una tienda virtual El Bazar del Convento donde venden mantelerías, toallas, bisutería, libros religiosos y los cedés que han grabado, con canciones y lecturas espirituales.

El dinero que obtienen –y los donativos– sirve para salvar el día a día, para los gastos corrientes y su manutención. Pero no para adquirir un nuevo inmueble.