El Vaticano examina un milagro que podría convertir en santo al obispo Manuel González

La Congregación para las Causas de los Santos estudia en la actualidad un milagro atribuido a Manuel González, que fue obispo de Palencia entre 1935 y 1940, año en el que falleció y fue enterrado en la capilla del Santísimo de la catedral palentina.

El milagro que se estudia es la curación de una mujer de Madrid que padecía cáncer, que fue deshauciada y que sanó sin tratamiento en 2009.

El proceso diocesano se instruyó en Madrid y finalizó en junio de 2010, año en el que se presentó en la Congregación para las Causas de los Santos.

Este discaterio del Vaticano estudia el expediente. Manuel González fue proclamado beato por Juan Pablo II el 29 de abril de 2001, por lo que si esta curación se considera un milagro atribuido a él, sería declarado santo.

Fuentes de las hermanas nazarenas de Palencia han mostrado su confianza en que esta declaración se produzca con probabilidad en el año 2016.

Manuel González nació en Sevilla el 25 de febrero de 1877 y falleció en Madrid el 4 de enero de 1940 siendo obispo de Palencia. Antes de llegar a esta diócesis, lo fue de Málaga. Fundó la Unión Eucarística Reparadora y la congregación religiosa de Misioneras Eucarísticas de Nazaret, que tiene en Palencia dos centros: la residencia en la calle Santo Domingo de Guzmán y la casa de ejercicios espirituales en la carretera de Burgos. En total hay 25 religiosas nazarenas en la ciudad.

Un sacerdote palentino ha tenido un papel clave en la posible curación milagrosa de la mujer de Madrid. Se trata de Francisco Teresa, antiguo párroco de Requena de Campos, que fue quien entregó una novena del beato Manuel González a la enferma de cáncer.

Este mismo sacerdote también intervino de forma directa en la curación de la joven de Requena de Campos Sara Ruiz Ortega, entonces de 18 años, que padecía una peritonitis tuberculosa que la había dejado paralítica, milagro aprobado por el Vaticano por el que fue beatificado.

Ocurrió en 1953 cuando el sacerdote depositó bajo la almohada de la enferma una reliquia del obispo y rezó una novena.