«Nos duelen el olvido de Dios y el laicismo que intenta reprimir cualquier atisbo de religiosidad, ocultándola o ridiculizándola. Nos preocupa e interpela asimismo el eclipse de principios fundamentales, el relativismo que da todo por bueno sin discernimiento alguno o descartando toda posibilidad de conocer la verdad», escriben los obispos de San Sebastián, Bilbao, Vitoria, Pamplona y Tudela en una Carta Pastoral para la Cuaresma-Pascua, presentada ayer.

Estamos en «una situación de crisis antropológica, ética y cultural (...). Grandes valores muy propios de nuestro tiempo como la dignidad de la persona, la solidaridad, el respeto a los derechos humanos, la autonomía de la persona, la libertad o la participación, corresponsabilidad y colaboración en todos los órdenes de la vida, se ven a menudo amenazados, y un buen número de personas no ven que se les reconozcan»

Los prelados también señalan como «en rostros de personas y colectivos duramente golpeados y desfigurados por la crisis; en las víctimas de órdenes diversos provocadas en decenios marcados por la violencia; en los ámbitos de exclusión social y en quienes están en grave riesgo de caer en ella; en quienes buscan desesperadamente empleo; en la desconfianza generalizada ante noticias de corrupción; en las personas aquejadas de graves y dolorosas enfermedades; en quienes viven en amarga soledad; en las persecuciones y atentados contra el ejercicio del derecho de la persona y de las comunidades a la libertad religiosa; en la existencia de una especie de cultura de la muerte que no respeta la dignidad de la vida desde su concepción hasta su muerte natural; en tanta gente y tantas familias que sufren cerca y lejos de nosotros; y en quien no encuentra sentido a la vida, razones para la esperanza, un amor en el que confiar».

En ese contexto, afirman que para hacer frente a esos desafíos reclaman el «fortalecimiento de la comunión eclesial».

En este sentido apelan a la necesidad de «superar el miedo a reconocer los propios errores, a pedir perdón y a ofrecerlo».

Por otro lado, reflexionan sobre los cambios que se están dando «en los modos de acceder a la fe y al seguimiento de Jesús», respecto a lo cual consideran que la Iglesia «está llamada a realizar un importante esfuerzo evangelizador de encarnación y de inculturación, permaneciendo fiel al depósito de la fe».