Michelle Martin fue detenida en 1996 y condenada en 2004 a treinta años de cárcel por complicidad en las muertes, secuestros, torturas y abusos sexuales a seis adolescentes cometidos por su compañero, Marc Dutroux, en un caso que se hizo célebre en todo el mundo por distintos errores en la investigación y durante la celebración del juicio. La sentencia contra el asesino y pederasta fue de cadena perpetua.

Michelle ha cumplido pues más de la mitad de la condena, y las autoridades judiciales belgas han decidido ponerla en libertad. "Mi cliente no es la mujer que entró en prisión en 1996", alegó su abogada, Thierry Moreau: "Ha cambiado, está avergonzada y bajo ningún concepto quiere provocar. Quiere rescatarse a sí misma".

En cuanto a las posibilidades de que vuelva a reincidir en sus delitos, "los expertos son unánimes", alegó la letrada: "El azar le permitió encontrar en prisión personas que le han permitido evolucionar positivamente". Desde hace tiempo se sabe que se ha hecho muy religiosa y según su defensora legal, el dinero que gana en la cárcel por remuneración de su trabajo lo reserva para indemnizar a las víctimas.

Las familias de las víctimas, sin embargo, ya han mostrado su indignación por esta medida, que reverdece en Bélgica una causa que provocó grandes debates y puso en entredicho el sistema judicial del país durante meses.

Lo llamativo del caso es que Michelle Martin pasará su libertad provisional en el convento de las clarisas de Malonne, al sur de Bruselas. Estará allí acogida, "ayudando a la comunidad pero sin formar parte de ella", aclaró Moreau.

Para las religiosas fue una decisión muy difícil, y han puesto sus condiciones. "Es un desafío para nosotras, que estamos angustiadas por el horrible sufrimiento de las víctimas y de sus familias", afirman en un comunicado. Esperaban que las autoridades encontrasen para ella un lugar adecuado al cumplirse el plazo para la libertad condicional: "Pero no ha sido posible encontrar ese lugar. La señora Martin no tiene familiia y no ha encontrado en Bélgica un lugar de reinserción para mujeres. El curso de los acontecimientos nos ha mostrado que no había posibilidad de acogida para ella en países vecinos".

La decisión de acogerla en el convento fue debatida en el seno de la comunidad: "No fue sencillo. Hemos madurado nuestra decisión largo tiempo. Al final hemos llegado a la convicción de que había que decir que sí a la petición que nos hacían, pero con dos condiciones".

La primera, "que se respete íntegramente la justicia". La segunda, que el examen de Michelle en prisión revele que ha evolucionado y que es posible afrontar una reinserción sin riesgo de reincidencia: "A este respecto, confiamos en la investigación judicial, llevada a cabo por profesionales que hacen su trabajo con la competencia y distancia emocional necesarias".