Elías Cabodevilla, navarro y sacerdote capuchino, es el mayor especialista español en todo lo referente a San Pío de Pietrelcina, «Padre Pío», quizá el santo más milagroso del siglo XX. Elías ha estado en Madrid unos días predicando sobre este santo. Cuando Cabodevilla estudiaba en Pamplona para ser sacerdote en los años 60, él y sus compañeros capuchinos sólo oían rumores acerca de un monje rebelde en Italia, quizá loco, quizá estafador, que al parecer se provocaba heridas en las manos y al que muchos le atribuían intercesiones milagrosas. Pero cuando murió el Padre Pío en septiembre de 1968 y las multitudes peregrinaron a su tumba en San Giovanni Rotondo, él, como muchos otros, se preguntó por su figura. Hoy, el padre Elías vive allí casi todo el año y ha hablado con infinidad de personas que conocieron al santo y quedaron transformadas por él. «A sus milagros les acompaña siempre un cambio de vida de la persona», afirma Cabodevilla. «Los devotos del Padre Pío necesitan hablar de él, no he visto un fenómeno con esa intensidad en otros santos. Además, lo consideran como un padre, como uno más de la familia. Incluso Juan Pablo II, durante la homilía de su canonización,  lo llamó “amado Padre Pío”», señala este capuchino. 
 
La relación del Papa polaco con el monje italiano queda reflejada en varias cartas que se conservan. Ya había tratado con él en 1947, cuando Wojtyla era un cura recién ordenado, y ya entonces vio sus estigmas, las heridas en pies, manos y el costado. «En 1962, Karol Wojtyla, ya arzobispo de Cracovia, le escribió: “Venerable Padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, que tiene 40 años y vive en Cracovia, en Polonia. Durante la última guerra  pasó cinco años en un campo de concentración de Alemania. Está en gravísimo peligro de perder la vida a causa de un cáncer». Los médicos le daban un año de vida, pero la mujer se curó milagrosamente y aún vive. Se trata de Wanda Poltawska, famosa amiga del Papa, cuya correspondencia con él se ha publicado recientemente en España. Recientemente, durante el proceso de beatificación de Juan Pablo II, apareció una carta suya de 1963 en la que pide al monje rezar por otros conocidos: la hija de un abogado de Polonia, una señora de Cracovia, «y por mí, por unas dificultades pastorales».

Cabodevilla afirma que el Padre Pío era «jocoso, pronto a la broma», pero con un temperamento fuerte. Era muy exigente como confesor, y a los que acudían a él por morbo les descubría y trataba «con dureza pero con misericordia», explica Cabodevilla.

Con todo, la Iglesia declara oficialmente la santidad del Padre Pío, pero no la realidad de sus estigmas, aunque tanto Juan Pablo II como Pablo VI los mencionan. El padre Elías lleva consigo un mitón del santo, uno de los guantes sin dedos que usaba para ocultar las heridas de sus manos y que tiene certificado vaticano. «El Padre Pío enseñó a amar a Dios, al prójimo y a los necesitados», concluye Cabodevilla.

Hablar del Padre Pío es hablar de uno de los santos que más milagros realiza en nuestro tiempo. Para recoger estas impactantes historias de fe y conversión hace unos meses la edictorial LIBROS LIBRES publicó «Padre Pío», escrito porJosé María Zavala. Uno de los testimonios que aparecen en la quinta edición de este libro es el de Charo Andrés. Una mujer que tras las lectura de la obra de Zavala quedó maravillada por la vida del santo capuchino y decidió volver a la Iglesia después de 35 años, hasta hoy no deja de rezar su novena. «Daré más guerra muerto que vivo», profetizó San Pío de Pietrelcina poco antes de morir, algo que demuestran estos milagros que se producen cada día alrededor de su figura.