El 1 de noviembre de 1950, Pío XII definió solemnemente el dogma de la Asunción de María a los cielos, aunque sin determinar si la Virgen murió (del mismo modo que lo hizo Jesucristo, y era Dios, dicen unos teólogos) o no murió (porque la muerte es consecuencia del pecado original, del que ella estuvo exenta, sostienen otros).

"Cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial", proclama el dogma sin entrar en esa disquisición.

La celebración el 15 de agosto de esta fiesta (que en otros tiempos tuvo lugar el 18 de enero) es uno de los momentos más importantes del año mariano, pero lo es sobre todo en la ciudad alicantina de Elche. Allí, el 15 y la víspera se representa en la basílica de Santa María el Misterio o Misteri, una pieza teatral de origen medieval que ahora hace diez años fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

Esto ha disparado su proyección nacional -que ya era grande, pero que ha pasado por fases de gran desconocimiento- e internacional. La Escolanía del Misteri ha actuado en diversas ciudades de España y fuera de ella, convirtiéndose poco a poco en una referencia mundial en el ámbito de las voces blancas.

La singularidad cultural del Misterio reside en su antigüedad, al ser una pieza medieval; en que es íntegramente cantada, un caso raro en nuestra literatura de esa época; y en que se escenifica mediante una tramoya espectacular, con piezas que suben y bajan a los niños actores entre la tarima y la cúpula del templo, preparada al efecto mediante una estructura que se monta y desmonta cada año.


Pero nada de esto habría sucedido sin un hecho sobrenatural que algunos consideran leyenda, pero que tiene elementos bien documentados: la aparición milagrosa, en la playa de Tamarit-Santa Pola, de un arca que contenía la orden del cielo para la celebración de la Asunción de aquella manera.

Y eso ¿cuándo sucedió? La fecha más probable es el 29 de diciembre de 1370, cuando un soldado en funciones de vigía de la costa, llamado Francisco Cantó, vecino de Elche, vio llegar hasta la arena, arrastrada por las olas, una caja que quedó varada.

Algunas versiones hablan de que Francisco se encontró a un marinero junto a ella, quien le instó a llevarla inmediatamente a la ciudad y luego desapareció de repente.

Hubiese o no en el lugar lo que todo apunta a que habría sido un ángel, el caso es que Francesc hizo exactamente eso. Llevó la caja a Elche, donde en presencia de las autoridades civiles de esa y otras localidades cercanas, y del vicario de la diócesis, mosén Juan de Mena, fue abierta.

No fue fácil, porque no tenía cierres ni cerraduras, sólo una inscripción exterior en valenciano: Soc pera Elig, Soy para Elche. Cuando la desarmaron, dentro encontraron una imagen de la Virgen y el Consueta o libreto, con la letra y música que todavía hoy se cantan en el Misterio con muy pocas variaciones que se han introducido a lo largo del tiempo.

Hay constancia de la representación desde el siglo XV, y los ilicitanos se han mantenido fieles como una roca a esos versos y esa partitura. En él no hay novedades porque, sin la tradición, el Misteri pierde todo su valor.

Y pocas ciudades pueden presumir de que celebran su fiesta grande porque se lo pidió el cielo, y en la forma en la que el cielo lo quiso.