El arzobispo de Toledo y primado de España, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, ha concedido una entrevista a Luis Javier Moxó Soto, reproducida este lunes en su blog de ReL, Echad vuestras redes...
Yo soy el arzobispo de Toledo; también el Primado de España. Mis retos y objetivos fundamentales son más bien como arzobispo de Toledo; como Primado son de otro tipo. En cualquier caso, esta pregunta es muy amplia y siempre me cuesta concretar de modo periodístico objetivos a medio y largo plazo, porque no soy un político y es Cristo y su Espíritu quien guía su Iglesia con mi pequeña ayuda y la que viene del Papa Benedicto XVI. Lo cual no significa que yo sea un alocado que no haga previsiones e improvise o me comporte de modo irresponsable diciendo: “Veamos qué hacer hoy”.

Existe en nuestra España un tema urgente, también en Toledo: nuestra sociedad en su conjunto no es cristiana; sí lo son muchos, muchísimos de sus componentes, la mayoría. Pero en muchos de ellos lo esencial cristiano está en peligro o desfigurado: hay que evangelizar de nuevo, para dar consistencia a la fe de los hijos de la Iglesia, que viven en situación de confrontación consigo mismos y con cuanto en su entorno supone un reto para esta misma fe: cultura dominante, concepción del ser humano, de la vida, de la economía, de la educación, etc. En concreto en Toledo estamos empeñados en los próximos años en ahondar en la iniciación cristiana, como modelo de la forma de realizar en general la acción pastoral y de apostolado.

Pero ocurre que se da una relación muy estrecha entre Iniciación cristiana y familia; por ello en la acción pastoral de los cristianos se tienen que asociar siempre la familia cristiana al itinerario de esta iniciación. Es decir, la nueva evangelización y la renovación de la iniciación cristiana no pueden prescindir de la familia. Y me refiero a la familia, “iglesia en pequeño o iglesia doméstica”, y a la familia de Cristo, que es su Iglesia.


Nadie duda de la importancia de los medios en la vida actual; cuando se trata del binomio Iglesia Católica-Medios de Comunicación Social, sigo pensando que se confunde con frecuencia por parte de estos últimos la noticia con la opinión sobre esta o aquella noticia; y, por parte de los que formamos la Iglesia, una cierta irresponsabilidad por no tener en cuenta lo que influyen los medios, y un cierto miedo para prepararse y debatir con argumentos los temas candentes con cierta altura. Y pienso además que muchos de quienes en los medios hablan de la Iglesia y de su vida desconocen en ocasiones lo más elemental.

Es el caso típico en el que hace una acusación a la Iglesia católica, en esta ocasión en forma de conferencia pública, se interpone una denuncia y el juez y el fiscal afirman que no hay indicios suficientes para enjuiciar al conferenciante. Yo no era arzobispo de Toledo entonces; en cualquier caso, no hay por qué dar mayor importancia al caso, pues sabemos bien que este tipo de querellas no llevan a ninguna parte. Lo más curioso es que los organizadores de la conferencia aducen que sólo tenían la intención de denunciar el comportamiento de la Iglesia como persona jurídica, no sus creencias, ritos o dogmas. Todo indica que no tienen absolutamente idea de lo que es la Iglesia como Pueblo de Dios, y que sigue viva la argumentación marxista, según la cual el mal está en las estructuras y no en las personas individuales. Pero de ello tal vez tengamos también la culpa los propios cristianos, que seguimos viviendo con un sentido de Iglesia inadecuado y alejado de lo que Cristo dice que es su Iglesia. Nuestra postura, en efecto, es ser fieles al Evangelio, que es un testimonio.

He dicho siempre que una diócesis, o Iglesia particular, no se conoce sino en varios años, no menos de 5 y, si me apura, entre 5 y 7 años. Por esa razón, siempre me ha parecido que he tenido demasiados cambios de diócesis, aunque haya aceptado la voluntad del Papa de corazón. Ahora, a los dos años de estar en Toledo, tengo un aceptable conocimiento de las personas –siempre las más difíciles de conocer-. porque el obispo no está escondido, sino en constante comunicación con sus fieles, con colaboradores más o menos cercanos (fieles laicos, religiosos y sacerdotes). Las relaciones con las autoridades políticas, militares, sociales y económicas, que en absoluto minusvaloro, son de otro tipo y lógicamente menos frecuentes.

El dato más sorprendente de la realidad toledana, respecto a las otras tres diócesis anteriores, es que aquí no se da esa terrible despoblación que existe en Castilla y León, que lleva consigo que la actividad pastoral se puede desarrollar con normalidad en casi todas las parroquias, porque tienen un tamaño aceptable, incluso las aquí consideradas pequeñas. También he visto con agrado que no ha desaparecido el ambiente vocacional para el ministerio sacerdotal y que se puede abordar sin resistencias grandes. En otros muchos aspectos la Iglesia es parecida en todas partes, pues se trata de la Iglesia Universal que aparece en las Iglesias particulares una, santa, católica y apostólica.


Mi lema episcopal No me avergüenzo del Evangelio no es que yo lo vea cumplido o no en las diferentes diócesis donde he sido pastor, sino que adecue o no mi vida y mi respuesta de fe allí donde esté teniendo en cuenta ese Evangelio de Jesucristo o, si se quiere, a Jesucristo mismo como Aquel ante el cual nada tengo que anteponer. Esa es mi lucha de cada día y no siempre lo consigo.

En lo que se refiere a hacer una lista de prioridades de los retos que tengo ante mí, me parece que no se trata de enumerar sin más, porque priorizar me parece una palabra poco adecuada para la tarea pastoral de un obispo. La defensa de la vida es evidente, la transmisión de la fe en la familia es vital; lo mismo se diga de la pastoral de las vocaciones sacerdotales, de religiosos; mis tareas en la Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación con las Iglesias me la han dado mis hermanos obispos de la conferencia episcopal para los tres próximos años. Pero, ¿qué decir de insistir en la pastoral con los jóvenes, para que sea misionera y no miedosa? También creo que cualquier obispo debe cuidar con esmero la liturgia y la caridad en su Iglesia. El Evangelio y Jesucristo toman toda tu vida y no hay nunca falta de trabajo.

La que hace el Santo Padre es admirable y además significativo: mostrar con el ejemplo del poco tiempo que tiene para dedicarlo a terminar lo que representaba para él el colofón de una vida entregada al estudio, la docencia y la búsqueda de la Verdad: escribir un libro sobre Jesús de Nazaret, teniendo en cuenta, por un lado, lo que es la Escritura en la vida de la Iglesia y del cristiano, y, por otro, no olvidar la aproximación válida y necesaria hasta un cierto momento de la crítica histórica y la aplicación a la Biblia de métodos histórico-críticos. Sólo un buen teólogo y un buen pastor puede abordar bien y con hondura los temas interesantes para acercarse a la Escritura y llenarse de la vida que fluye de ella, como lo ha hecho Benedicto XVI en Verbum Domini, alejando de nosotros el fundamentalismo con ese texto que, no lo olvidemos, es una Exhortación postsinodal, es decir, una reflexión de Obispos de toda la Iglesia que el Papa publica bajo su autoridad de Sucesor de Pedro.