En concreto, en Las Palmas, los abortos se han elevado más de un 20 por ciento desde la entrada en vigor de la norma. Los datos globales todavía tendrán que esperar ya que no todas las provincias han aportado sus informes. La reducción de las interrupciones entre adolescentes que apoyan desde Acai no es tal si se acude a los centros donde las embarazadas reciben ayuda económica y psicológica. «Cada vez son más las jóvenes que nos piden ayuda. Los embarazos no deseados entre menores se multiplican y las chicas cada día son más jóvenes», explica Esperanza Puente, portavoz de la Fundación Red Madre. Como explican desde esta asociación una de las consecuencias olvidadas de las interrupciones es el síndrome post-aborto.

«Para los médicos que los practican, este problema no existe. No hay especialistas que traten este trastorno y cada día acuden a nosotros más mujeres a las que se les presenta de repente, diez o veinte años después de haber interrumpido su embarazo», asegura Puente. Según el presidente de Acai, Santiago Barambio, «el trastorno que se crea es el resultado de un mal acompañamiento» y aunque afirma que los estudios no dan con esta patología, confirma que en la nueva norma no se incluye el apoyo psicológico: «Antes, con la ley anterior, todas las mujeres tenían contacto con un psiquiatra ya que éstos debían determinar si la gestación era un riesgo para su salud o no. Hoy no tenemos por qué preguntar los motivos de su decisión y por eso no se descubren algunos trastornos psicológicos», añade Barambio.

Síndrome multiplicado
Los casos de mujeres que sufren este síndrome se han multiplicado exponencialmente: un 380 por ciento, según los datos que hoy presenta Red Madre y a la que en 2010 acudieron casi 4.000 mujeres a pedir ayuda para poder sacar adelante su embarazo o por problemas psicológicos post-aborto. Bárbara es una joven peruana de 22 años que ha encontrado refugio entre las paredes de esta asociación. Abortó el 14 de junio y desde entonces ya no sonríe. Prefiere no mostrar su rostro. «No quiero que me reconozcan, nadie lo sabe, ni siquiera mis hermanas. Las decepcionaría. Sólo se lo he contado a mi madre», comenta triste, arropada por Esperanza que también sufrió este trastorno y que entiende, mejor que nadie, su situación: «Es una valiente. No todas se atreven a buscar ayuda.

Creen que no tienen ningún problema porque en los centros abortivos no les dan información. No les ofrecen otra salida que el aborto», reitera. «Tengo un trabajo y siempre he querido ser madre, por eso al principio quise seguir con el embarazo. Pero, mi pareja me hizo sentir que yo no podía y el qué dirán pudo con mi valor y decidí abortar», prosigue la joven entre sollozos. Estaba embarazada de ocho semanas y ya había pensado un nombre para él: «Quería que se llamara José María. Soy cristiana y creo que la valentía de los padres de Jesús son un ejemplo de vida». Dar nombre al bebé que han perdido es uno de los primeros pasos que los escasos psicólogos que tratan este problema les sugieren a las que padecen este problema. Deben pasar su propio duelo, si no nunca superan el trauma. «Ellas saben que el niño ha existido pero nunca lo han visto, por eso es necesario personalizarlo. A nosotras nadie nos da el pésame y se enquista en nuestros corazones como no hablemos de ello», añade la portavoz de Red Madre.

Las dudas, la incertidumbre y la presión social obligaron a Bárbara a acudir a la céntrica calle Toledo, en Madrid, donde la remitieron desde el centro de salud al que acudieron. «‘‘Sólo serán diez minutos. No notarás nada,’’ me dijo el médico que me atendió. Fue muy frío conmigo y no quiso decirme en qué consistía la intervención. Sé que utilizaron un método horrible, la aspiración. Pero eso me lo dijeron una semana después, cuando volví para comprobar que todo había salido bien», asegura Bárbara. Casos como el de esta joven se viven asiduamente en Red Madre. Así como el de Cynthia que, mientras LA RAZÓN entrevistaba a Bárbara, daba un paso atrás en su apuesta por la vida. «Está embarazada y ayer decidió que seguía adelante, pero su familia nos acaba de llamar porque ha dado marcha atrás. Su jefa le paga el aborto. Tenemos que encontrarla antes de que se arrepienta», explica Esperanza angustiada.

Los otros «indignados»
Los pocos «indignados» que siguen en la Puerta del Sol de Madrid dicen que no tienen derecho a estar allí, pero varios componentes de la plataforma Derecho a Vivir se resisten a marcharse: «¿Por qué van a tener ellos más derechos que nosotros? Estamos aquí para informar y por eso no nos vamos a mover», asegura Victoria Arroyo, una de las que resisten bajo el sol. Ayer convocaron un debate para exponer ideas y que «cada uno diera su opinión porque el problema es que falta información». Los rezagados del 15-M les llaman «los pijos de Sol» y no aceptan compartir espacio con ellos. Por eso, la Policía les ha aconsejado que se aparten un poco de las tiendas de campaña que llevan más de un mes al lado del kilómetro cero. Los acampados que reivindican el derecho a la vida no saben cuánto tiempo se van a quedar pero no se achantan: «Estamos haciendo turnos para explicar a todos los ciudadanos que la ley del aborto y la de muerte digna atentan contra nuestras integridad», añade Arroyo.