Dice que está Pilatos ante Jesús y hace la pregunta que recogen los Evangelios: «¿Qué es la verdad?». A lo que responde el Mesías, sorpresivamente: «¡Si es un perro, te muerde!».

Quien contó el chiste, que censura humorísticamente la ceguera de quien tiene la verdad ante los ojos y no la ve o no la quiere ver, fue el obispo de San Sebastián, durante la homilía de la misa de celebración de su primer aniversario al frente de la diócesis.

Fue el momento más relajado de un acto que llenó la catedral del Buen Pastor de la capital donostiarra, y donde José Ignacio Munilla explicó la naturaleza e importancia de la filiación divina: si la viviésemos con plena coherencia, «nuestra felicidad estaría asegurada para la vida presente, sin esperar a la vida eterna». Si no disfrutamos de ella tal como la recibimos en el bautismo es «por motivo de nuestra indiferencia y del apego a los bienes materiales. Fácilmente nos entretenemos en miserias y bagatelas. Fundamos nuestra dicha en "alcanzar la luna" -como popularmente se dice-, olvidando que la auténtica felicidad se basa en disfrutar de lo que somos por el bautismo: ¡¡hijos de Dios!!».

Pero junto a esta reflexión más espiritual, monseñor Munilla abordó asuntos de actualidad y formuló cuatro puntos de preocupación.

Uno, la persecución de los cristianos «en países de mayoría musulmana o hindú» ante el silencio de Occidente, quizá debido «a que también se percibe entre nosotros un clima de agresividad y laicismo extremo contra la Iglesia Católica, al que quizás nos estemos ya acostumbrando, pero que resulta muy llamativo para quienes nos visitan de otros países».
 
Dos, «el reto de la paz», para el cual pidió «la definitiva disolución de ETA».

Tres, «la violencia machista», contra la cual exhortó a «las virtudes de la humildad, la paciencia, el respeto y la castidad... indispensables para que no se animalice la relación del hombre con la mujer».

Y cuatro, las consecuencias de la crisis económica, ante la cual pidió a las parroquias que continúen su labor de solidaridad y caridad.

Tiene fama monseñor Munilla de coger sin remilgos el toro por los cuernos. No muchos aludirían en público a la resistencia (por lo demás evidente y ruidosa) de parte de su clero a su designación como obispo. Pero para esos sacerdotes y fieles también tuvo unas palabras: «Quiero agradecer especialmente a todos aquellos que juzgaron negativamente mi elección como obispo de San Sebastián, y que han hecho un serio esfuerzo por el trabajo en comunión con su nuevo obispo. Entre todos continuaremos una labor que permita dar respuesta a los grandes retos de nuestro tiempo y lugar».

El cambio, pues, ha llegado a la diócesis con la mano tendida, mano que, pese a los agoreros, fue aceptada por la mayor parte de los reticentes. Los resultados comienzan a palparse.