Los que intentan etiquetar y utilizar para sus particulares visiones de la Iglesia al obispo de San Sebastián, las tienen cada vez difíciles. Esta vez monseñor José Ignacio Munilla ha criticado las interpretaciones del Concilio Vaticano II que sustentan tanto las posturas progresistas como las tradicionalistas e inmovilistas en la Iglesia.
 
Con motivo de la celebración de la Inmaculada, el joven prelado vasco ha recordado que se cumplen los 45 años del magno evento eclesial y, junto con el agradecimiento, pidió “se evite blandir el Concilio Vaticano II como una bandera, más aún, a veces, como el palo de una bandera, de unos frente a otros”.
 
“El Concilio Vaticano II no es propiedad de ninguna de las sensibilidades plurales que integran la Iglesia Católica. No puede emplearse para la división, sino para la comunión. Lo contrario sería incurrir en una manipulación de la realidad”, apostilló.
 
Al respecto trajo a la memoria el pensamiento del Papa Benedicto XVI sobre las dos “hermenéuticas” o “claves de interpretación” contrapuestas que han sido utilizadas para la comprensión del Vaticano II.
 
“Por una parte está la llamada hermenéutica de la “ruptura”: Según esta interpretación, el Concilio Vaticano II habría supuesto una ruptura frente a la tradición anterior de la Iglesia. En esta misma línea, quienes sostienen esto, suelen llegar a afirmar que el Magisterio posterior, así como el rumbo pastoral que los papas han marcado en el posconcilio ha supuesto una involución en el progreso de la Iglesia. Según ellos, estaríamos ahora en una etapa de involución… Como es un hecho incuestionable que los textos conciliares no dan margen alguno para sostener tales acusaciones, se han intentado fundamentar en que el “espíritu” del Concilio estaría desligado de su “letra”, llegando mucho más lejos que los “textos escritos”. Pero, es obvio que invocar un “espíritu” del Concilio al margen de su propia “letra”, es caer en un inevitable subjetivismo”, explicó.
 
Por el contrario, prosiguió monseñor Munilla, el Papa habla de que “la auténtica hermenéutica desde la que tenemos que entender y recibir el Concilio es la hermenéutica de “reforma”; es decir, el Concilio no supone una ruptura con respecto a la tradición anterior, sino una necesaria reforma, en continuidad con el Magisterio anterior y con el posterior al Concilio Vaticano II”.
 
Sobre el Concilio, dijo, “si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia”.
 
“En el Concilio Vaticano II encontramos la base necesaria para la comunión de cuantos conformamos la Iglesia”, concluyó.