Evangelio según san Lucas 9,51-56


Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. 

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» 

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.


Señor Jesús, nos muestras hoy un reflejo de lo que puede ser nuestro peregrinar por este valle de dolores.

Aun yendo en la dirección correcta, sabiendo bien a dónde vamos, no todo nos va a ser fácil, nos encontraremos con puertas cerradas, como te pasó a ti.

Ayúdanos, Señor, a renovar esfuerzos, a tomar nuevas rutas sin perder la meta y sobre todo a pasar siempre repartiendo bendiciones, nunca cayendo en la tentación  que tuvieron tus discípulos. 

Que baje fuego del cielo, sí, pero el fuego de tu Santo Espíritu que aniquile toda nuestra soberbia y nos llene de amor.